lunes, 26 de junio de 2023

Más Que Inmodesto


“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia”
 (1 Ti. 2:9).

Los bajos de los vestidos suben y los escotes bajan cada vez más. Los vestidos son tan ajustados y cortos que es difícil sentarse. En otros, rajas largas exponen las piernas muy por encima del doble del vestido o la falda. Blusas o camisas cortas dejan expuesto el ombligo. Blusas apretadas en combinación con ropa interior muy fina exponen a la vista todos los detalles.

¿Quién lleva semejante ropa? Aunque puede que nuestro primer pensamiento sea de la gente que vemos cada día en el mundo, estoy pensando más en personas que profesan ser creyentes que he visto en asambleas y en otras congregaciones de cristianos.

Este estilo de vestirse va más allá de la inmodestia y entra en la línea de lo inmoral. El Señor

mismo dijo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:27-28).

La verdad es que hay hermanas jóvenes, y algunas de más edad, que se visten de manera que no sólo atraen atención sobre ellas, (inmodestia, 1 Ti. 2:9-10), sino que sin saberlo (espero), provocan a hombres jóvenes y no tan jóvenes a pecar. Su forma de vestir revela tanto y es tan provocativa que a los del sexo opuesto les es verdaderamente difícil no echar la segunda mirada. Entre creyentes, la forma de vestirse ha ido de informal a desarreglado e inapropiado, y ahora comienza a ser inmoral. Es tiempo de que las hermanas más ancianas se acerquen a las más jóvenes y hablen con ellas acerca de esto. En algunos casos, puede que los ancianos deban dirigirse al problema.

Y no sólo son las mujeres las que se visten inmoralmente. Los hombres jóvenes también deben tomar en consideración la tentación que ponen delante del sexo opuesto. Muchos jóvenes se visten inapropiadamente para una reunión de la iglesia. Esto no quiere decir que haya que mandar que siempre lleven una chaqueta americana y corbata, pero por otra parte no es apropiado ir a congregarse con los creyentes vestido como si acabara de salir del campo de futbol o del gimnasio. Estos mismos jóvenes no vestirían así para ir a entrevistarse para un trabajo, ni para ir a una boda, pero no tienen la debida reverencia respecto a una reunión con el pueblo del Señor en la presencia del Señor.

Algo que es quizá más preocupante es que los padres cristianos parecen tener poco o nada que decir a sus hijos acerca de su modo de vestirse, y es razonable suponer que son ellos quienes proveen la ropa que llevan sus hijos. ¿Esto es porque ellos consienten o aprueban esta forma de vestirse, o porque simplemente tienen miedo de decir algo a sus hijos?

Posiblemente algunos que están en liderazgo en las asambleas tienen miedo de ahuyentar a los jóvenes si tratan esta clase de tema. Sería para nuestra vergüenza si para retener a nuestros jóvenes, ignoráramos lo obvio (1 Co. 13:6). Puede que se queden en la asamblea, pero ¿qué será el producto de este modo de pensar y proceder? Ciertamente no vamos a producir jóvenes maduros ni piadosos. La misma gracia que nos salvó también nos enseña “que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tit. 2:12), y nosotros también debemos enseñar esto.

Dada la forma de pensar de hoy en día, en la que el culpable a menudo piensa que es una víctima, puede que los que hablen de este tema sean tachados de legalistas o de algo peor. No dejemos que semejantes etiquetas nos detengan de hablar la verdad en amor acerca de la forma inmoral de vestirse que es tan evidente hoy en día entre los que profesan ser cristianos. “Hermanos míos, esto no debe ser así” (Stg. 3:10).

Steve Hulshizer

traducido de “Milk & Honey” por Carlos Tomás Knott


 

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