“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia” (1 Ti. 2:9).
Los
bajos de los vestidos suben y los escotes bajan cada vez más. Los vestidos son
tan ajustados y cortos que es difícil sentarse. En otros, rajas largas exponen
las piernas muy por encima del doble del vestido o la falda. Blusas o camisas
cortas dejan expuesto el ombligo. Blusas apretadas en combinación con ropa
interior muy fina exponen a la vista todos los detalles.
¿Quién
lleva semejante ropa? Aunque puede que nuestro primer pensamiento sea de la
gente que vemos cada día en el mundo, estoy pensando más en personas que
profesan ser creyentes que he visto en asambleas y en otras congregaciones de
cristianos.
Este estilo de vestirse va más allá de la inmodestia
y entra en la línea de lo inmoral. El Señor
mismo dijo: “Oísteis que fue
dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una
mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:27-28).
La
verdad es que hay hermanas jóvenes, y algunas de más edad, que se visten de
manera que no sólo atraen atención sobre ellas, (inmodestia, 1 Ti. 2:9-10),
sino que sin saberlo (espero), provocan a hombres jóvenes y no tan jóvenes a
pecar. Su forma de vestir revela tanto y es tan provocativa que a los del sexo
opuesto les es verdaderamente difícil no echar la segunda mirada. Entre
creyentes, la forma de vestirse ha ido de informal a desarreglado e
inapropiado, y ahora comienza a ser inmoral. Es tiempo de que las hermanas más
ancianas se acerquen a las más jóvenes y hablen con ellas acerca de esto. En
algunos casos, puede que los ancianos deban dirigirse al problema.
Y
no sólo son las mujeres las que se visten inmoralmente. Los hombres jóvenes
también deben tomar en consideración la tentación que ponen delante del sexo
opuesto. Muchos jóvenes se visten inapropiadamente para una reunión de la
iglesia. Esto no quiere decir que haya que mandar que siempre lleven una
chaqueta americana y corbata, pero por otra parte no es apropiado ir a
congregarse con los creyentes vestido como si acabara de salir del campo de
futbol o del gimnasio. Estos mismos jóvenes no vestirían así para ir a
entrevistarse para un trabajo, ni para ir a una boda, pero no tienen la debida
reverencia respecto a una reunión con el pueblo del Señor en la presencia del
Señor.
Algo
que es quizá más preocupante es que los padres cristianos parecen tener poco o
nada que decir a sus hijos acerca de su modo de vestirse, y es razonable
suponer que son ellos quienes proveen la ropa que llevan sus hijos. ¿Esto es
porque ellos consienten o aprueban esta forma de vestirse, o porque simplemente
tienen miedo de decir algo a sus hijos?
Posiblemente
algunos que están en liderazgo en las asambleas tienen miedo de ahuyentar a los
jóvenes si tratan esta clase de tema. Sería para nuestra vergüenza si para
retener a nuestros jóvenes, ignoráramos lo obvio (1 Co. 13:6). Puede que se
queden en la asamblea, pero ¿qué será el producto de este modo de pensar y
proceder? Ciertamente no vamos a producir jóvenes maduros ni piadosos. La misma
gracia que nos salvó también nos enseña “que, renunciando a
la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y
piadosamente”
(Tit. 2:12), y nosotros también debemos enseñar esto.
Dada
la forma de pensar de hoy en día, en la que el culpable a menudo piensa que es
una víctima, puede que los que hablen de este tema sean tachados de legalistas
o de algo peor. No dejemos que semejantes etiquetas nos detengan de hablar la
verdad en amor acerca de la forma inmoral de vestirse que es tan evidente hoy
en día entre los que profesan ser cristianos. “Hermanos míos, esto
no debe ser así” (Stg.
3:10).
Steve
Hulshizer
traducido de “Milk & Honey” por Carlos Tomás
Knott
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