domingo, 7 de abril de 2013

Efesios


Capítulo 3

La conexión del capítulo 3 con lo que lo antecede.
          Todo el capítulo 3 es un paréntesis que revela el misterio y que presenta simultáneamente, en la oración que lo concluye, el segundo carácter de Dios que se nos presentó al principio de la Epístola, esto es, el del Padre de nuestro Señor Jesucristo; y esta es la manera en que Él es presentado aquí. El capítulo 1 entrega los consejos de Dios tal como ellos son en sí mismos, agregando Su obra de resucitar a Cristo y sentándole por sobre todas las cosas en lo alto al final. El capítulo 2, nos presenta Su obra al vivificar a otros con Él y formar la asamblea entera de aquellos que son resucitados en Cristo, tomados por la gracia de entre Judíos y Gentiles; estos son los pensamientos y la obra de Dios. El capítulo 3 es la administración de Pablo de ello; él habla especialmente del hecho de hacer entrar a los Gentiles sobre la misma base de los Judíos. Esta era la parte enteramente nueva de los modos de obrar de Dios.

El particular ministerio de Pablo; una revelación especial del misterio, una vez necesariamente oculto, dado a conocer por el Espíritu
         Pablo era un prisionero por haber predicado el evangelio a los Gentiles - una circunstancia que sacó a relucir muy claramente su particular ministerio. Esta forma de ministerio, en lo principal, está presentada así en Colosenses 1. Sólo que en esta última Epístola todo el asunto es tratado más brevemente, y el carácter y principio esencial del misterio, según su lugar en los consejos de Dios, es menos explicado, ya que es contemplado sólo en un lado especial de ello, lo conveniente al propósito de la Epístola, es decir, Cristo y los Gentiles. El apóstol nos asegura aquí que él lo había recibido por una revelación especial, como ya les había enseñado en palabras que, aunque pocas, eran convenientes para dar una comprensión clara de su conocimiento del misterio de Cristo - un misterio que en otras generaciones no se dio a conocer, pero que era revelado ahora por el Espíritu a los apóstoles y profetas (Efesios 3:5). Se observará aquí que los profetas son, en forma muy evidente, los del Nuevo Testamento, puesto que las comunicaciones hechas a ellos se ponen en contraste con el grado de luz otorgada a generaciones anteriores. Ahora bien, el misterio había estado oculto por todos los tiempos anteriores; y de hecho fue necesario que fuese así; porque el hecho de haber puesto a los Gentiles sobre la misma base de los Judíos habría sido demoler el Judaísmo, tal como Dios mismo lo había establecido. En ello Él había levantado cuidadosamente una pared intermedia de separación. El deber del Judío era respetar esta separación; el Judío pecaba si no la observaba estrictamente. El misterio la desechó. Los profetas del Antiguo Testamento, y Moisés mismo, habían mostrado realmente que los Gentiles se regocijarían un día con el pueblo: pero el pueblo permanecía como un pueblo separado. Que ellos iban a ser coherederos, y del mismo cuerpo, habiéndose perdido toda distinción, había estado, en verdad, enteramente escondido en Dios (parte de Su propósito eterno antes de que el mundo fuese), pero no había formado parte de la historia del mundo, ni de los modos de obrar de Dios con respeto a ello, ni de las promesas reveladas de Dios.

El lugar de los redimidos, ahora y en el futuro, en los pensamientos de Dios
         Es un maravilloso propósito de Dios el cual, uniendo a los redimidos a Cristo en el cielo como un cuerpo a su cabeza, les dio un lugar en el cielo. Porque, aunque estamos viajando en la tierra, y aunque somos la morada  de Dios por el Espíritu en la tierra, con todo, en los pensamientos de Dios nuestro lugar está en el cielo.

Los Gentiles e Israel en el siglo venidero; ninguna distinción terrenal en la asamblea, como siendo uno en Cristo y teniendo un lugar en el cielo
         En el siglo venidero, los Gentiles serán bendecidos; pero Israel será un pueblo especial y separado.
         En la asamblea, toda distinción terrenal se pierde; todos nosotros somos uno en Cristo, resucitados con Él.

Un Cristo cuyas riquezas son inescrutables es proclamado a los Gentiles; las dos partes del ministerio de Pablo
         El evangelio del apóstol fue dirigido de esta forma a los Gentiles, para anunciar así las buenas nuevas a ellos según el don de Dios, que había sido otorgado a Pablo por la operación de Su poder, para proclamar a ellos no meramente a un Mesías según las promesas hechas a los padres, un Cristo Judío, sino un Cristo cuyas riquezas eran inescrutables (Efesios 3:8). Nadie podría descubrir hasta el fin, y en todo su desarrollo en Él, la realización de los consejos, y la revelación de la naturaleza de Dios. Estas son las riquezas incomprensibles de un Cristo en quien Dios se da a conocer a Sí mismo, y en quien todos los pensamientos de Dios se realizan y son mostrados. Estos propósitos de Dios con respecto a un Cristo, la Cabeza de Su cuerpo la asamblea, Cabeza sobre todas las cosas en el cielo y la tierra, Cristo, Dios manifestado en la carne, estaban siendo ahora dadas a conocer y se estaban cumpliendo, hasta el punto de reunir a los coherederos en un solo cuerpo. Saulo, el enemigo inveterado de Jesús proclamado como el Mesías, incluso proclamado así por el Espíritu Santo desde el cielo - por lo tanto, el peor de todos los hombres - llega a ser, por medio de la gracia, Pablo, el instrumento y testigo de aquella gracia para anunciar estas riquezas incomprensibles a los Gentiles. Esta era su función apostólica con respecto a los Gentiles. Había otra misión - aclarar a todos con respecto a este misterio, que, desde el principio del mundo, había estado escondido en Dios.
         Esto responde a las dos partes del ministerio del apóstol señaladas en Colosenses 1: 23-25: así como el versículo 27 en aquel capítulo corresponde con el versículo 17 aquí. Dios, quien creó todas las cosas, tenía este pensamiento, este propósito, antes de la creación, para que, cuando Él sometiera toda la creación a Su Hijo que llegó a ser un hombre y glorificado, ese Hijo debiera tener compañeros en Su gloria, que deberían ser como Él mismo, miembros de Su cuerpo espiritual, viviendo de Su vida.

La administración del misterio, el secreto de los consejos de Dios revelado por el establecimiento de la asamblea en la tierra
         Él dio a conocer a los Gentiles las inescrutables riquezas de Cristo, que les dieron una porción en los consejos de Dios en la gracia. Él aclaró a todos, no precisamente con respecto al misterio, sino con respecto a la administración[1] del misterio; es decir, no solamente el consejo de Dios, sino el cumplimiento en el tiempo de ese consejo al traer a la asamblea unida bajo Cristo, su cabeza. Él, quién había creado todas las cosas, como la esfera del desarrollo de Su gloria, había guardado este secreto en Su propia posesión, para que la administración del misterio, ahora dado a conocer por el establecimiento de la asamblea en la tierra, debiera ser en su tiempo el medio de dar a conocer a los más enaltecidos de los seres creados, la múltiple y multiforme sabiduría de Dios. Estos principados y potestades en los lugares celestiales habían visto a la creación surgir y expandirse delante de sus ojos; habían visto el gobierno de Dios, Su providencia, Su juicio; Su tierna intervención en la tierra en Cristo. Había aquí un tipo de sabiduría enteramente nueva; una cosa fuera del mundo, hasta ahora encerrada en los pensamientos de Dios, escondida en Él mismo de tal modo que no hubo ninguna promesa o profecía de ella, pero que era el objeto especial de Su eterno propósito; relacionado en una manera peculiar con Aquel que es el centro y la plenitud del misterio de la piedad; que tuvo su lugar propio en la unión con Él; la cual, aunque fue manifestada en la tierra y establecida con Cristo a la cabeza de la creación, no formó parte de ella. Era una nueva parte de ella. Era una nueva creación, una manifestación distinta de la sabiduría de Dios; una parte de Sus pensamientos que hasta entonces había estado reservada en el secreto de Sus consejos; la administración real de la cual, en la tierra y en su tiempo por medio de la obra del apóstol, dio a conocer la sabiduría de Dios según Su claro propósito, según Su propósito eterno en Cristo Jesús. "En quien," agrega el apóstol, "tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él": y es de acuerdo con esta relación que nosotros lo hacemos.

Los creyentes Gentiles son alentados
          Por tanto, estos creyentes Gentiles no debían estar desanimados en cuanto al encarcelamiento de aquel que les había proclamado este misterio; porque esto era la prueba y el fruto de la posición gloriosa que Dios les había otorgado, y de la cual los Judíos estaban celosos (Efesios 3:13).

Cristo como el centro de todos los modos de obrar de Dios; toda familia tomando su nombre del "Padre de nuestro Señor Jesucristo"
         Esta revelación de los modos de obrar de Dios no nos presenta a Cristo, como lo hizo el primer capítulo, como hombre resucitado por Dios de la muerte, para que nosotros también podamos ser resucitados para tener parte con Él, y que la administración de los consejos de Dios deban realizarse así. Lo presenta como el centro de todos los modos de obrar de Dios, el Hijo del Padre, el Heredero de todas las cosas como el Hijo Creador, y el centro de los consejos de Dios. Es al Padre de nuestro Señor Jesucristo a quien el propio apóstol se dirige ahora; así como en el capítulo 1 era al Dios de nuestro Señor Jesucristo. Toda familia (no "toda la familia") toma su nombre de este nombre de "Padre de nuestro Señor Jesucristo". Bajo el nombre de Jehová únicamente estaban los Judíos. "A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra," había dicho Jehová a los Judíos en Amos, "por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades" (Amos 3:2); pero bajo el nombre del Padre de Jesucristo todas las familias - la asamblea, los ángeles, los Judíos, los Gentiles, todas - toman su nombre. Todos los modos de obrar de Dios en lo que Él había arreglado para Su gloria estaban dispuestos en forma conjunta bajo este nombre, y estaban en relación con ello; y lo que el apóstol pidió para los santos a quienes él se dirigió fue, que ellos pudieran ser capaces de comprender el significado completo de estos consejos, y el amor de Cristo que formaba el centro asegurado para sus corazones (Efesios 3: 14-21).

Fortalecidos por el Espíritu; Cristo morando en el corazón y llenándolo
         Para este propósito él desea que ellos sean fortalecidos con poder en el hombre interior por el Espíritu del Padre de nuestro Señor Jesucristo, y que el Cristo, quien es el centro de todas estas cosas en los consejos de Dios el Padre, habite en sus corazones, y que sea así el centro inteligente de afecto para todo su conocimiento - un centro que no encontró ningún circulo que limitara la vista que se perdía a sí misma en la infinitud que sólo Dios llenó - longitud, anchura, altura, profundidad[2]. Pero este centro les dio, al mismo tiempo, un lugar seguro, un apoyo inamovible y bien conocido, en un amor que era tan infinito como la extensión desconocida de la gloria de Dios en su exhibición alrededor de Sí mismo. "Para que habite Cristo," dice el apóstol, "por la fe en vuestros corazones." De este modo Él, quien llena todas las cosas con Su gloria, llena el corazón Él mismo, con un amor más poderoso que toda la gloria de la cual Él es el centro. Él es para nosotros la fortaleza que nos permite contemplar en paz y amor, todo lo que Él ha hecho, la sabiduría de Sus caminos, y la gloria universal de la cual Él es el centro.

Cristo llenando nuestros corazones; nosotros como centro de Sus afectos; la plenitud de Dios
         Lo repito - Él, quien llena todas las cosas, llena sobre todo nuestros corazones. Dios nos fortalece según las riquezas de esa gloria que Él exhibe ante nuestros ojos asombrados, esa gloria que pertenece adecuadamente a Cristo. Él lo hace, en que Cristo mora en nosotros, con el afecto más tierno, y Él es la fortaleza de nuestro corazón. Es como estar arraigados y cimentados en amor; y abrazando así como el primer círculo de nuestros afectos y pensamientos, a aquellos que son así para Cristo - a todos los santos, los objetos de Su amor: es como estar llenos de Él, y nosotros mismos como centro de todos Sus afectos, y pensando Sus pensamientos, para que nos lancemos en la plena extensión de la gloria de Dios; porque es la gloria de Él, a quien amamos. ¿Y cuál es su límite? No tiene ninguno; es la plenitud de Dios. La encontramos en esta revelación de Sí mismo. Él se da a conocer  a Sí mismo en Cristo en toda Su gloria. Él es Dios sobre todas las cosas, bendito para siempre.

La realización del deseo de Pablo para nosotros
         Pero, viviendo en amor vivimos en Dios y Dios en nosotros: y esto en relación con la exhibición de Su gloria, tal como Él la desarrolla en todo lo que ha formado alrededor de Sí mismo, para manifestarse a Sí mismo en ella, para que Cristo, y Cristo en la asamblea, Su cuerpo, sea el centro de ella, y la totalidad fuese la manifestación de Sí mismo en toda Su gloria. Nosotros somos llenos de toda la plenitud de Dios; y es en la asamblea donde Él habita para este propósito. Él obra en nosotros por Su Espíritu con este objetivo. Por tanto, el deseo y oración de Pablo es que a Dios sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por los siglos de los siglos: Amén. (Efesios 3:21). Y observen que de lo que se habla aquí es de la realización de lo que se desea. No es, como en el capítulo 1, el objetivo, para que ellos puedan saber lo que es ciertamente verdadero, sino para que pueda ser verdadero para ellos, siendo fortalecidos con poder por Su Espíritu. Es muy hermoso ver cómo, después de lanzarnos en la infinitud de la gloria de Dios, él nos trae de nuevo al conocido centro en Cristo - a conocer el amor de Cristo, pero no para limitarnos. Es más correctamente divino que la gloria, aunque familiar para nosotros. Excede a todo conocimiento.

El amor divino obrando en nosotros
         Observen aquí, también, que el apóstol no pide ahora que Dios actúe mediante un poder que obre para nosotros, como se expresa frecuentemente, sino mediante un poder que obre en nosotros[3]. Él es poderoso para hacer todas las cosas mucho más de lo que pedimos o entendemos según Su poder que obra en nosotros. ¡Qué porción para nosotros! ¡Qué lugar es éste que nos es dado en Cristo! Pero él regresa así a la tesis propuesta al final del capítulo 2, Dios morando en la asamblea por el Espíritu, y los Cristianos, ya sean Judíos o Gentiles, unidos en uno. Él desea que los Cristianos Efesios (y todos nosotros) anden como es digno de esta vocación. Su vocación había de ser una, el cuerpo de Cristo; pero este cuerpo, de hecho, manifestado en la tierra en su unidad verdadera por la presencia del Espíritu Santo. Hemos visto (cap.1) al Cristiano traído a la presencia de Dios mismo; pero el hecho de que estos Cristianos formaban el cuerpo de Cristo, y que ellos eran la morada de Dios aquí abajo, la casa de Dios en la tierra - en una palabra, su completa posición - está comprendido en la expresión, "vuestra vocación." La oración del capítulo 1, observen, presenta a los santos ante Dios; la del capítulo 3, a Cristo en ellos.


[1] Me parece que esta es la palabra correcta, y no "la dispensación." ("Y para aclarar a todos cuál es la administración del misterio que desde la eternidad había estado escondido en Dios, quien creó todas las cosas." Efesios 3:9 - RVA)
[2] Cristo es el centro de toda la exhibición de la gloria divina, pero Él mora así en nuestros corazones para colocarlos, por decirlo así, en este centro, y, por lo tanto, hacer que nuestros corazones miren fuera de allí a toda la gloria exhibida. Aquí podríamos perdernos; pero él trae nuestros corazones de vuelta al bien conocido amor de Cristo, pero no como a algo más estrecho, porque Él es Dios, y excede todo conocimiento, así que somos llenos de toda la plenitud de Dios.

[3] Esto diferencia claramente la oración del capítulo 1 y ésta. Allí el llamamiento y la herencia eran en el firme propósito de Dios, y su oración es que ellos los puedan conocer, y el poder que los trajo allí. Aquí se trata de lo que está en nosotros, y él ora para que esto pueda existir, y eso, como poder actual en la iglesia.

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