Mi presente propósito
es considerar brevemente la obra del Santo Espíritu en la formación de la
iglesia de Dios - el cuerpo de Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos
bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu" (I Cor. 12:13). El bautismo
del Espíritu es débilmente entendido por la mayoría. Alguno imagina que esto es
una especie de "segunda bendición" a la cual se entró a través de un
menor favor en algún momento subsiguiente a la salvación; otros lo suponen como
una cosa repetida, para ser solicitada a través de la oración encarecida por
los santos individualmente y colectivamente.
La Escritura habla de otra forma. El
bautismo del Espíritu (Cristo siendo el que bautiza, Juan 1:33) es mirando al
cuerpo de Cristo. Por medio de esta razón los santos de Dios, de cualquier modo
numerosos, están unidos a la vida de la Cabeza en el cielo, para cada cual.
Semejante cosa era desconocida hasta que Cristo fue glorificado. Hubieron
hombres piadosos primero, por supuesto; la fe individual había sido desde los
días de Abel, si no de Adán. Pero no estaba la unión, ni pudo estar hasta que
la redención fue efectuada y Cristo ascendido a la diestra de Dios. Entonces
fue extraído un propósito, que fue realizado ante el mundo que estaba, más se
mantuvo oculto en el corazón de Dios hasta que correspondió con el momento de
la venida. Ese propósito era para tener una compañía de personas en la gloria
celestial con el Segundo Hombre para tomar parte con Él en todos los resultados
de Su obra gloriosa, en asociación personal con Él como miembros de Su cuerpo.
Los miembros están reunidos mientras los consejos de Dios concerniente a la tierra
son despreciados. Cuando el Mesías se presentó a Israel, fue rechazado. Esto ha
retardado el reino, con toda su bendita conexión para la tierra entera. Todo ha
sido hecho bueno poco a poco y todo lo que los profetas han hablado ha sido
cumplido; pero para el presente, Cristo se ha sentado a la diestra de Dios y el
Santo Espíritu está aquí, reuniendo Sus miembros y coherederos. Cuando el
número este completo, el Señor descenderá en el aire y les recibirá así mismo.
Esto es una cosa maravillosa tener parte en semejante designio. Era un inmenso
privilegio de la antigüedad ser un judío y estar en posesión de la Palabra de
Dios, y el divino santuario. Más el vino nuevo es sobre pasadamente mejor por
fe. En la nueva compañía toda distinción carnal entre el judío y el Gentil
desaparece, la muralla de en medio de separación había sido derribada; todos
tienen acceso por medio de un mismo Espíritu al Padre y todas las bendiciones
de aquel que es la Cabeza ascendida son nuestras, quienes son uno con Él (Ef.
2). De este modo para conocer nuestro lugar verdaderamente, nosotros debemos
aprender el lugar de Cristo; para aferrar nuestra porción celestial, la porción
de Cristo debe ser discernida, pues en esto todos los miembros comparten a
través de la infinita gracia de Dios. Todas las bendiciones espirituales en los
cielos son nuestras en Él; y todo el amor del Padre descansa sobre nosotros en
Él.
Esto eleva las almas justas fuera
del mundo y le da un carácter celestial. Si nuestra porción es totalmente
celestial y si nosotros somos realmente uno con el Hombre exaltado allí, esto
nos hace desear saber que está allí y se familiariza con todo. Es imposible que
un santo pudiera realmente tomar por medio de la fe su unión con Cristo en
gloria, amando a un mundo hostil y malo. El entendimiento intelectual es
indigno y vano.
La comprensión de un lugar semejante
de bendición y privilegio, lleva con sus correspondientes responsabilidades
durante nuestro andar en la tierra. Esto los apóstoles impelen en 1 Corintios
12. La diferencia entre Efesios y 1 Corintios considera la verdad del un
cuerpo, en la cual uno nos da el lado celestial y el otro el terrenal. Los
miembros han recibido todo lo importante de la Cabeza para la edificación
general y bendición, y es, para no estar descontento con el lugar y funciones
divinamente asignado para cada uno (1 Corintios 12:14-18). En otro lado está
para no ser despreciado en relación a la porción del más eminente dotado para
aquellos que son más desairados. Todos son necesario y ninguno está para ser
despreciado (vers. 19-21). El débil y el menos digno miembro, lejos de ser
inútil en el cuerpo, están para tener nuestro especial afecto y cuidado. Es
para ser una comunidad de interés entre los miembros de Cristo (vers. 22-26).
Nosotros vemos estos divinos
principios que fueron entendidos y realizados, en la fe por los primeros
santos. El cuadro presentado por medio del Espíritu de Dios, en Hechos de los
Apóstoles en los primeros capítulos, es cautivador en su belleza y simplicidad.
Desde todo esto, la iglesia de Dios se ha desviado gravemente. El vaso honrado
que fue usado como el administrador de la verdad de Cristo y la iglesia - el
Apóstol Pablo - contemplo con aflicción, a la vasta mayoría declinando antes de
que él hubiese sido llamado a su reposo. ¡Cuán rápida es la declinación después
de su partida! ¡Cuán pronto estaba la verdad completamente perdida! Es solo lo
último que Dios había recuperado para Su propiedad. Muchas verdades concernientes
a la bendición individual de los creyentes, fueron victoriosos atrás en el
siglo decimosexto, pero, poco o nada fue entonces incorporado dentro de la
iglesia de Dios. Pero el Espíritu de Dios había traído la verdad poniéndola al
frente nuevamente ante la venida del Señor. Él debería tener a los santos entrando
en su verdadera comunión a Cristo, que ahí puede estar un correcto andar,
individualmente y colectivamente, a una actitud correcta hacia Él.
Esto podría ser argüido, que es
prácticamente imposible actuar sobre tales principios después todo eso ha venido
a la profesión de la iglesia. Con el vasto conjunto de confesores de Cristo,
gastan sus energías en edificar humanamente al formar cuerpos ¿Qué debe ser
hecho? No debemos olvidar que la iglesia de Dios está hecha de individualidades
y cada santo individualmente tiene su propia responsabilidad ante el Señor.
Para intentar obtener el cuerpo público verdadero (en justicia) es inútil; cada
uno debe pisar la senda del Señor por sí mismo. El Santo Espíritu está aún en
la tierra y el cuerpo de Cristo está aún aquí, como leemos, "un cuerpo, y
un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra
vocación" (Ef. 4:4). Sin embargo, sí pocos buscan llevar esto externamente
en fe, pueden considerar que la presencia del Señor y el poder del Espíritu de
Dios, está con ellos. ¿Qué más puede el corazón desear? (Mt. 18:20).
Traducido por Denis Valencia
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