Como
parece que hay un poco de confusión en el extranjero en lo que se refiere a la
posición del creyente, nos proponemos examinarla brevemente, en la esperanza de
establecer a algunos de nuestros lectores en la verdad.
1.
Preguntamos entonces, en primer lugar, ¿se
encuentra la posición del creyente en Romanos 5: 1 y 2?
"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para
con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos
entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en
la esperanza de la gloria de Dios."
El hecho de que él creyente es justificado por la fe,
que tiene paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, que es llevado
por Cristo al disfrute actual del favor de Dios, y que se gloría en la
esperanza de Su gloria, se establece claramente en los versículos leídos; pero,
todo esto — inmensas como son las bendiciones indicadas — ¿expone la posición
del creyente? Si es así — ya que hasta aquí el creyente no ha muerto con
Cristo, queremos decir, hasta ahora en la enseñanza de la epístola — él podría estar
aún en la carne; porque, por el momento, se ha tratado sólo con la cuestión de
los pecados, de la culpa. Abraham fue justificado igualmente con nosotros, y,
aunque no es llevado a las mismas bendiciones, su posición sería, entonces,
similar, similar en que él estaba también en la carne. La diferencia que
llegamos a conocer estaría, más bien, en el carácter de sus bendiciones. Es
bastante claro que en esta Escritura tenemos la posición judicial del creyente,
o, para hablar con mayor precisión, la posición a la cual Dios, en Su gracia,
le ha llevado judicialmente, con posterioridad a la muerte y resurrección del
Señor Jesucristo; pero no podemos aceptar esto como presentándonos la verdad de
nuestra posición.
2.
Nos parece que dos Escrituras hablan muy
claramente sobre este asunto. El Señor, hablando a Sus discípulos, dice,
"En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en
mí, y yo en vosotros." (Juan 14:20). El apóstol Pablo escribe,
"vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el
Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de
Cristo, el tal no es de Él." (Romanos 8:9 - LBLA). Pues bien, es evidente
que nuestro Señor está hablando de un tiempo después de la venida del
Consolador, Aquel que estaría con los Suyos para siempre, morando con ellos y
estando en ellos. Además, Él añade, "No os dejaré huérfanos; vendré a
vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis;
porque yo vivo, vosotros también viviréis." (Juan 14: 16 al 19). Es
entonces cuando Él dice, "En aquel día vosotros conoceréis", etc.
(Juan 16:20). Esto es, ciertamente, cristianismo — el Espíritu Santo en la
tierra y morando en el creyente, y por medio de esto, el creyente es capaz de
llegar a conocer la posición de Cristo, a saber, que Él está en Su Padre, el
creyente está en Cristo, y Cristo está en el creyente. Así que en Romanos 8 hay
tres cosas relacionadas: nosotros estando en Cristo, El Espíritu Santo morando
en nosotros, y Cristo mismo estando en nosotros (Romanos 8: 1, 9, 10).
"Ahora
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús."
(Romanos 8:1 - RVA).
"Más
vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu
de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de
él." (Romanos 8:9).
"pero si Cristo está en vosotros, el
cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa
de la justicia." (Romanos 8:10).
Y en el versículo 9, el apóstol contrasta expresamente
el estar en la carne con el estar en el Espíritu, esto último condicionado a
que el Espíritu de Dios more en nosotros. Por tanto, si es verdad que todo
creyente que tiene paz con Dios, tiene el Espíritu Santo morando, y que cada
uno de estos está "en Cristo", estamos obligados a concluir que
nuestra posición está representada solamente por estas palabras. Según el
contraste descrito por el apóstol, todo incrédulo está "en la carne",
y todo creyente está "en el Espíritu"; también "en Cristo, según
el versículo 1 de Romanos 8. (No entramos aquí a examinar la fuerza precisa de
las expresiones). El término "En Cristo", entonces, entendemos que
expone la posición de todo creyente que ha sido sellado por Dios por medio del
Espíritu Santo. El hecho de que se necesita una experiencia y una condición
práctica para entrar en estas bienaventuradas bendiciones, y para el disfrute
de ellas — a saber, que Dios nos ve ahora, no en Adán, en la carne, sino en
Cristo— se ve a partir de la posición de Romanos 7, con relación a Romanos 6 y
Romanos 8; pero esa es totalmente otra cuestión.
3.
Se debe observar otra cosa. El término
"en Cristo" no es necesariamente de la misma fuerza en Romanos como
en 2a. Corintios 5 y Efesios; sino que tiene que ser explicado en
cada lugar de acuerdo con la clara enseñanza de la epístola. Por ejemplo: en
Efesios 2:6,"en Cristo" implica, indudablemente, unión con Cristo
("y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en
Cristo Jesús - Efesios 2:6 - LBLA); pero difícilmente se podría decir esto
acerca de Romanos 8:1 ("Ahora pues, ninguna condenación hay para los que
están en Cristo Jesús." Romanos 8:1 - RVA), ni tampoco, de hecho, acerca
de Juan 14:20. Como otro ha dicho, hablando de este último pasaje, (citamos de
memoria, pero pensamos que lo hacemos correctamente), «No se trata de unión,
sino de naturaleza y vida, y nuestro lugar en esa naturaleza y vida.» Del mismo
modo, la expresión "la justicia de Dios" tiene una fuerza diferente
en Romanos 3 de la que tiene en 2a. Corintios 5:21. En Romanos es "para
todos los que creen" (Romanos 3:2), y esto, también, en el lugar en que
están los que creen; pero en 2a. Corintios 5, nosotros somos hechos
"justicia de Dios" en Cristo, en el lugar donde Él está. (2a.
Corintios 5:21).
4.
Nuevamente, si la posición del creyente se
encuentra en Romanos 5: 1 y 2, la importancia relativa del lugar que Cristo
ocupa a la diestra de Dios se pierde. Dígase, con toda reverencia, que un
Hombre, Cristo Jesús, aunque Hijo eterno, está en la gloria de Dios. Y
justamente debido a que Él está allí como un Hombre, ese es también nuestro
lugar, en la gracia maravillosa de Dios, según Sus consejos eternos. No es
exagerado decir que el cristianismo no puede ser entendido aparte del
reconocimiento de la verdad que Cristo ha sido glorificado como Hombre. Esto
decide inmediatamente la cuestión de la posición del creyente. Esta posición no
puede, por esta misma causa, ser inferior a "en Cristo” en el lugar donde
Cristo está. Esa es ahora la posición del creyente; y, en breve tiempo más, él
será hecho conforme a esa posición, porque Dios nos ha predestinado a ser
"hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos." (Romanos 8:29).
5.
Habiendo visto, entonces, que nuestra posición
como creyentes puede ser expresada solamente mediante el término "en
Cristo", admitimos libremente, no, más bien insistimos sobre el hecho de
que la posición del creyente es siempre la medida de su responsabilidad. Pero
una correcta condición de alma jamás es engendrada contendiendo por la
responsabilidad. Es la gracia la que restaura y establece, y mientras más se
comprenda y se disfrute la gracia, más perfectamente corresponderá el andar del
creyente a su posición. Conocer su posición es una condición para un andar
correcto; pero, aun si se conoce la posición, el estado nunca será correcto
mientras los ojos de los creyentes estén puestos sobre sí mismo. Por lo tanto,
el peligro de la contención de que "en Cristo" es el estado o la
condición, y no la posición, está en que el creyente se ocupe de sí mismo, y en
los posteriores esfuerzos (siempre inútiles, porque dichos esfuerzos hacen
suponer que hay poder por su parte) de lograr una condición de alma correcta.
El resultado de esto es sólo legalidad.
Entonces, en resumen, se debe
destacar dos cosas. Por medio de la obra de Cristo por nosotros, somos llevados
a una nueva posición. Estábamos bajo condenación, pero en virtud de Su
sacrificio expiatorio, estamos ahora en el favor constante de Dios. Dios, que
en todo lo que Él es, estaba contra nosotros a causa de nuestros pecados, está
ahora por nosotros debido a la eficacia de la sangre preciosa. Pero esto no es
todo. Cristo, en la cruz, trató también con lo que nosotros éramos, así como
con lo que habíamos hecho. Nosotros hemos sido crucificados con Cristo, y así,
el pecado ha sido condenado en la carne. (Romanos 8). Pero si la cruz concluye
la historia del primer hombre en responsabilidad, Cristo, en resurrección, ha
tomado el lugar del segundo Hombre; y, por consiguiente, todo creyente es
llevado, por medio de la muerte y resurrección de Cristo, a un lugar nuevo
delante de Dios. Ahora bien, es este lugar nuevo, es decir, "en
Cristo" (no ahora en Adán) el que representa nuestra posición.
Traducido
del inglés por: B.R.C.O.
De
la revista "Christian Friend", vol. 9, 1883, página 260.
En diversos manuscritos no aparece: "los
que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu."