EL
VELO RASGADO
Y he aquí, el velo del
templo se rompió en dos, de alto a bajo. — Mateo 27:51
En el discurso
anterior consideramos la oscuridad al mediodía en la crucifixión, designado
como el primero de los milagros del Calvario. El segundo de estos portentos, el
que se menciona después de la oscuridad es el velo del templo rasgado en dos.
Algunas veces se ha
supuesto que fue el terremoto que causó la rotura del velo. En ese caso
tendríamos que considerar al temblor como el segundo de los milagros en este
orden, Pero parece irrazonable adscribir el rasgamiento de una cortina al
terremoto cuando no derrumbó el edificio en el cual ella estaba colgada.
Por lo tanto ¿qué dice
la Escritura? "Más Jesús, habiendo otra vez exclamado con gran de voz,
dio el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rompió en dos, de alto a
bajo; y la tierra tembló, y las piedras se hendieron." Según el orden
establecido aquí, el rasgamiento del velo no tuvo nada que ver con el terremoto.
Verdaderamente, si vamos a considerar la causa y efecto, esto nos llevaría a
pensar que el rasgamiento del velo fue el resultado de la segunda de las dos
exclamaciones del Calvario, esto es, del último fuerte clamor cuando expiró el
Crucificado. El
mismo clamor también sería causa del terremoto.
I.
¿que causo el
temblor?
Ambos, el rasgamiento
del velo y el temblor, fueron una doble consecuencia del mismo antecedente.
Fue, podemos decir, la voz fuerte del Salvador que expiraba lo que rasgó en dos
el velo del templo, sacudió la tierra y hendió las rocas.
Esta sugestión de Mateo
se ve corroborada por Marcos, quien, mientras une el incidente del velo y el
último clamor del Sufriente divino, no menciona el temblor. Por otra parte,
mientras que Mateo, al dar razón de las impresiones del centurión romano
cuando presenció la crucifixión, dice que fue afectado en parte al ver el
temblor, Marcos, que no menciona el temblor, relata que el centurión fue
afectado en parte al ver cómo clamaba Jesús.
De esta comparación de
los dos evangelios se sugiere que la fuerza de ese clamor puede medirse por el
temblor de la tierra, y si por eso, luego también por el rasgamiento del velo.
Así, al buscar la
verdadera relación que tienen entre sí estos dos sucesos, al mismo tiempo hemos
descubierto cierta relación entre causa y efecto que es muy solemne y sublime.
"Jesús clamó a gran voz, y he aquí, el velo del templo se rompió en dos de
alto a bajo"
II.
EL VELO
Ahora
debemos establecer una idea correcta en cuanto al velo.
El templo sucedió al
tabernáculo y tomó su lugar, pero el velo del templo era el velo del
tabernáculo perpetuado. Había muchas diferencias entre los dos edificios; pero
en cuanto a los velos, el último era una reproducción del primero en cuanto a
material y ornamentación, mientras que, en cuanto a sus propósitos, eran
idénticos.
Por lo tanto, aunque el
velo rasgado pertenecía al templo, sin embargo, debemos volver al tabernáculo
si queremos sacar la lección de nuestro tema.
El velo era una cubierta
que colgaba para separar el lugar santo del lugar santísimo.
simbolismo del tabernaculo
El tabernáculo consistía
en tres partes—el atrio, el lugar santo y el lugar santísimo. En el atrio se
reunía la congregación de Israel. Al lugar santo entraban diariamente los sacerdotes
para ministrar según su oficio. Pero al lugar santísimo nadie osaba entrar,
salvo el sumo sacerdote, y éste solamente una vez al año con la sangre de la
expiación y el humo del incienso.
En el atrio, a la vista
del pueblo, estaban el altar de metal y el lavacro, símbolos de lo que es
necesario a fin de poder acercarse a Dios.
No se puede allegar a El
sin pasar por el lugar del sacrificio sangriento, y en esa sangre ser limpiado
como en un lavacro. En el lugar sagrado, a la vista de los sacerdotes, quienes
recién habían pasado por el altar sangriento y el lavacro limpiador, estaban la
mesa de los panes, el candelero de oro, y el altar de oro del incienso—símbolos
de la unión y comunión con Dios. En el lugar santísimo, a la vista del sumo
sacerdote solamente, estaban el arca, su cubierta de oro, el propiciatorio, el
querubín y la Shekinah, la nube de gloria, símbolos del trono de Dios, su
presencia, poder y gracia.
Así, en la estructura
del tabernáculo, tenemos el simbolismo propio de Dios, de las verdades
relacionadas con la adoración aceptable de El por parte del pecador.
el significado de los velos
También estaba
simbolizado el que existían obstáculos para tal adoración. Mientras duraba la
dispensación del tabernáculo, el acercamiento a Dios era muy imperfecto; pues
había velos en el tabernáculo. Las personas en el atrio estaban separadas del
lugar santo por medio del primer velo; los sacerdotes en el lugar santo estaban
separados del lugar santísimo por el segundo. El oficio de cada velo era el
mismo: ocultar lo que estaba detrás y evitar el acercamiento.
Por virtud del altar de
metal y del lavacro, las personas en el atrio podían avanzar hasta cierto
punto; pero solamente los sacerdotes podían pasar el velo e ir un poco más
cerca, hasta los símbolos de comunión con Dios; mientras que solamente el sumo
sacerdote podría pasar el segundo velo y acercarse hasta aquellos símbolos más
significativos aún de la comunión con Dios.
De estos símbolos sobre
la obstrucción de la comunión con Dios, el segundo velo es el más expresivo;
pues el lugar santísimo es la cima de la realidad y felicidad de la comunión
con Dios. Así era que todo el ritual del tabernáculo era llevado a cabo con la
fundamental alusión a ella, desde la entrada por la puerta del atrio hasta la
presencia del sumo sacerdote dentro del tabernáculo.
Este segundo velo, el
símbolo más expresivo del obstruccionismo, que ocultaba la gloria de la
presencia de Dios, es el velo que hallamos en nuestro texto.
la descripción del segundo velo
Era una tela
curiosamente labrada. Sobre la base de "lino torcido" se desplegaban
los colores cárdeno, púrpura y carmesí. Y esos tres colores, en esa armonía que
resultaría de la interposición del púrpura entre los otros dos, eran
entretejidos de querubines. Era algo que desplegaba las ideas de vida y poder y
a la vez las de hermosura y gloria. Estaba suspendido por medio de ganchos de
oro de cuatro pilares cubiertos de oro. La Escritura la llama "de delicada
obra"; la obra de Dios, pues fue hecho "conforme a su traza que Dios
mostró a Moisés en el monte."
¡Cuán impresionante debe
haber sido, en la séptuple luz del candelero de oro! Llenaría las mentes de un
temor reverencial, dado que colgaba allí para ocultar la mayor gloria que estaba
detrás. Y por la expresión figurada del guardián vigilante y poderoso del querubín
labrado, les estaba diciendo silenciosa pero solemnemente, "Hasta aquí,
pero no pasarás más adelante.” Podemos imaginar la reverencia con que hablaban
en voz baja los sacerdotes en el lugar santo.
Pero ahora el velo ya no
existía. Estaba rasgado. De pronto su labor había concluido. Todavía estaba
colgado allí, pero ahora el ojo podía ver a través de él y más allá de él. Como
velo ya había desaparecido. ¡De pronto, y de una manera muy extraña, el secreto
había terminado!
Esto no se debía a que
la casa en la cual había estado prestando servicio había sido destruida, ni
que una mano desautorizada hubiera hecho violencia en él, sino que parecía que
de sí mismo se hubiera agotado.
renunciando a su oficio
Cayó hecho pedazos en su
propio lugar delante del lugar santísimo, como si renunciara a su función. La
mano humana no había intervenido, y ninguna otra cosa desde la entrada hasta el
oráculo estaba fuera de lugar o dañada en todo el edificio magnífico.
No fue debido a un
proceso natural de decadencia que las hebras del velo se separaron, pues
aunque cayó hecho pedazos, no fue hecho jirones. No tenía una rotura aquí y
otra allí; fue rasgada. "Se rompió en dos"—es decir en dos partes.
Como dice otro evangelista, "se rompió por medio," en dos partes
iguales, abriendo así una entrada hacia el mismo centro de aquello que había
ocultado. Fue rasgado "de alto a bajo" en una línea recta hacia abajo
y completamente separada. No fue un intruso que le dio un tirón violento de
abajo, sino un corte perfecto por una mano invisible desde arriba. El relato
implica lo sobrenatural, e indica que cualquiera que lo hubiera presenciado lo
habría considerado así.
Pero lo que es más
notable es que el rasga- miento del velo fue una gran coincidencia. ¿Cuándo
sucedió? Precisamente cuando Jesucristo expiró en la cruz. ¡En ese mismo instante!
Ese era el momento majestuoso que había estado esperando el velo, el momento
para el cual había existido a través de todas las edades en desafío al tiempo y
a la violencia. ¡Ese preciso instante! Como si una inteligencia inherente
hubiera estado vigilando en él y ahora sentía que había llegado su sentencia
celestial.
un clamor de victoria
Especialmente, como
hemos notado, fue rasgado inmediatamente después del fuerte clamor al expirar
el Crucificado. Hubo dos fuertes clamores desde la cruz. El primero fue poco
antes de terminar las tinieblas, y el segundo después que hubieron ellas
pasado. El primero fue un gemido agonizante de abandono; el segundo una voz de
gozo. El primero le fue exprimido por esa agonía insufrible de la cual la
terrible oscuridad era una señal; el segundo fue la repercusión de sus
sentimientos de logro y liberación a la luz de la comunión restaurada con su
Padre. El primero pronunció las palabras, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has desamparado?" El segundo fue un grito, sin pronunciar palabras,
pero inmediatamente después de haber El exclamado, "Consumado es."
Su obra estaba
terminada. Había llevado nuestros pecados. La carga se había ido. Así pues, su
segundo clamor de la cruz fue la exclamación del Vencedor. Tal como el hombre
que, cansado después de las actividades del día, siente placer al pensar en el
éxito que ha tenido en sus asuntos y puede reposar tranquilamente con dulces
visiones del mañana, así fue con un gozo intensamente humano que, antes de
dormir, en el triunfo de su propósito cumplido, el Salvador sufriente profirió
ese último clamor.
Cuan fehacientemente se
evidenció la victoria por la fuerza sobrenatural de la voz del hombre
moribundo. El centurión romano se llenó de espanto a causa de ello y la tierra
tembló.
Con ese clamor de
victoria coincidió el rasgamiento del velo. Cuando el Salvador terminó su
obra, cuando la nota de triunfo se elevó claramente de sus labios moribundos,
en ese instante, como si el cuchillo de un artesano experto lo hubiese partido,
el ocultamiento del lugar santísimo fue quitado para siempre. Era una señal de
lo que fue la victoria.
IV. Evidencias
Aquí pues tenemos algo
manifiestamente divino en que pensar, meditar y aprender. No es solamente que
la Palabra de Dios lo registra sino que los términos que emplea requieren
nuestra observación. Hacen pensar en la presencia de testigos, y en realidad
había testigos. Su oportunidad es uno de sus hechos más destacados. Jesucristo
expiró a las tres de la tarde. Esta era la hora del comienzo del sacrificio de
la tarde, así que los sacerdotes estaban en el lugar santo delante del velo,
ocupados en sus oficios. Sí, Dios quiso que se viera, y que se meditara en
ello.
los enemigos silenciados por las pruebas
Y podemos detenernos un
momento para notar qué prueba tan poderosa de los relatos evangélicos es ésta
del rasgamiento del velo. Los evangelistas osaron publicar sus relatos en medio
de los judíos y a la vista de los mismos sacerdotes. ¿Fueron contradichos?
¡Cómo se hubieran asido de esto y lo hubieran usado esos sutiles y vigilantes
ateos Celso, Porfirio y Julián! Pero no, los enemigos de Jesús fueron
silenciados. No podían decir que nunca lo habían oído antes. El relato sencillo
de los evangelistas se prueba a sí mismo. Es la historia verídica de la
destrucción del velo.
Verdaderamente Dios
quiso que fuese para nuestra instrucción. El poder con que podría hacerse sentir
puede ser inferido de la santidad del velo, que tanto controlaba la conducta
de los sacerdotes. Grande como había sido durante 1.500 años el pecado del
pueblo escogido, éste nunca había pecado en violar el secreto detrás del velo.
Por lo tanto, al caer el velo en dos partes, extraño y terrible debe haber sido
el efecto sobre los testigos. Y como esta visión afectó a los sacerdotes, así
también debe haber afectado a la comunidad excitada. En la gran coincidencia de
la hora, ¿no haría que todo ser honesto pensara en Cristo y su cruz? ¡Qué
consumación práctica era de la verdad y el significado del incidente, cuando
tan pronto como se comenzó a predicar el evangelio "una gran multitud de
los sacerdotes obedecía a la fe!"
Y ahora el relato
evangélico nos está diciendo, "He aquí"—contemplad este hecho—este
mensaje de Dios a la vista—el evangelio en símbolo.
Ahora el modo en que se
nos presenta y está ilustrada la victoria del Salvador inmolado en el
rasgamiento del velo, podemos aprender de las consecuencias que obró sobre la
casa de adoración donde estaba colgado. Cualesquiera que sean los cambios
efectuados allí, tal debe ser, por analogía la victoria del Crucificado.
lo que prueban las evidencias
En primer lugar, al
estar rasgado el velo, era imposible que el sumo sacerdote continuara llevando
la sangre de la expiación dentro del velo.
Luego, los secretos tan
bien guardados del lugar santísimo habían terminado y sus misterios estaban a
la vista.
En tercer lugar, los
sacerdotes que ministraban delante del velo podrían entrar ahora con toda
seguridad y libertad a ese lugar que tipificaba la presencia de Dios.
En cuarto lugar, el
pueblo que estaba en el atrio podría penetrar al lugar santo de los sacerdotes
y de allí al lugar santísimo. Cuando el lugar de la presencia de Dios había
dejado de estar oculto, el espíritu y significado del primer velo también había
pasado.
Por lo tanto, el
rasgamiento del velo fue la destrucción de la dispensación del tabernáculo.
Dio por tierra con todo lo que eso significaba. Dislocó el ritual y decapitó
el régimen divino de todas las edades. Y con la demolición de la dispensación,
también derribó la pared intermedia de separación entre el judío y el gentil y
abrió el recinto de la presencia de Dios a toda la humanidad.
VI.
Resultados
verdaderos
Tales fueron los
resultados típicos, y ahora veremos los resultados verdaderos. ¿Cómo pudo Dios
instituir un régimen tan obstructivo de adoración? ¿Por qué ocultó de los hombres
el recinto de su presencia y ordenó que nadie se le aproximara salvo bajo el
abrigo de la sangre del sacrificio? El pecado, el pecado —esa era la
obstrucción. Todos los arreglos del tabernáculo eran una severa aseveración de
Dios que El no tendrá comunión con el hombre cuyo pecado está en él con su
profunda y maldita condenación.
Por lo tanto, cuando
esos impedimentos típicos fueron quitados, significó que el pecado, la
verdadera obstrucción, había sido quitado. Lo que fue hecho típicamente en el
velo fue hecho verdaderamente en Jesucristo. Esta era la victoria de su muerte.
El, el santo, luchó por nosotros con nuestro pecado y lo venció. El, el
sufriente, agotó en su propio ser el sufrimiento requerido por el pecado.
el asunto del pecado arreglado
Y así fue como el sumo
sacerdote del velo fue excluido de su oficio por ese grito de triunfo de la
cruz que rasgó el velo. Pues ahora el Crucificado, el verdadero sumo sacerdote,
llevaría su propia sangre una sola vez, no en la presencia típica sino en la
presencia verdadera, en el cielo. Allí debía presentarse en el poder de una
vida sin fin, como la justicia de Dios para los pecadores por la fe en su
sangre.
Así ha arreglado para
siempre, para todos aquellos que quieran acercarse a Dios por la fe en El, el
asunto del pecado, y ha quitado todo impedimento posible para una íntima comunión
con Dios.
el hombre ahora puede acercarse a dios
Ahora, por lo tanto, el
camino está abierto para que el hombre pueda aproximarse. Por fe y en adoración
espiritual tenemos "libertad para entrar en el santuario por la sangre de
Jesucristo, por el camino que él nos consagró nuevo y vivo, por el velo, esto es,
por su carne" (Hebreos 10:19,20).
En otras palabras, el
velo rasgado era la humanidad del Hijo de Dios rasgada. En su lino fino vemos
la justicia de su naturaleza humana. En estar colgado de ganchos de oro —el oro
en el tabernáculo tipifica la naturaleza divina—vemos la dependencia de su humanidad
en su deidad. En su azul celestial y en su carmesí terrenal y al unirse estos
dos para formar el púrpura, vemos al cielo y la tierra unirse en su vida humana
en una hermosa armonía. Y en los querubines que lo cubrían vemos las funciones
sobrenaturales de su historia humana.
cristo el hombre perfecto
¡La humanidad de Jesús
era en verdad "una delicada obra" de Dios! Sus excelencias fueron lo
que hicieron de ella el velo. La manifestación del Hombre perfecto sobre la
tierra era la demostración de la clase de hombre a quien Dios permitiría
acercarse a El. Si tan solamente hubiese tenido excelencias, éstas hubieran
sido para la destrucción de nuestras esperanzas. En otras palabras, su
encarnación no hubiera sido de valor sin su muerte vicaria. El velo debió ser
rasgado.
Su gloriosa humanidad
fue completamente rasgada. Rasgada "de arriba," fue Dios quien le
hirió; rasgado "hasta abajo," estaba muy triste hasta la muerte; tan
rasgado que ahora por esas excelencias nosotros los pecadores podemos llegar
en seguida a la presencia de Dios. Contemplamos por la fe el mismo cielo. Miramos
con caras descubiertas, pues aunque es ardiente y clara, es también suave y
hermosa la gloria que allí desciende sobre nosotros.
No hay oscuridad ni
reserva, ni el ardor de la ira merecida. Nunca fue oído el "Abba, Padre,"
hasta que Jesús nos lo enseñó. Pero ahora el hijo se dirige inmediatamente al
pecho de su Padre y puede abrazarle.