lunes, 18 de mayo de 2020

LAS COSAS QUE EL PADRE PUSO EN SU MANO.


«Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiere revelar». Lucas 10:22.


«Todas las cosas» que fueron dadas por el Padre al Hijo no se enumeran aquí, pero Juan, que escribió tan llanamente del Hijo que fue dado (3:16), habla de muchas cosas que el Padre dio en su mano (3:35). No solo fueron la obra de la creación (1:3), y la obra de la salvación dadas en su mano (17:4), sino que todo juicio le ha sido encomendado a Él (5:22), y «como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo» (5:26). Las obras que Él hizo le fueron dadas por el Padre (5:36), y aquellos que creen en Él son el don del Padre a Él (6:37, 39). Son llamados las ovejas que el Padre le dio (10:29), y los llama «los hombres que del mundo me diste» (17:6). El Padre le dio las palabras que Él dio a los suyos (17:8), y la misma gloria que el Padre le dio a Él, Él mismo la da a ellos, pero hay también una gloria peculiar que el Padre le ha dado a Él y que Él ora que ellos la puedan contemplar (17:24). «Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre» es algo que se extiende desde el albor del tiempo hasta las edades eternas.
En ningún lugar de este Evange-lio llega Lucas tan cerca del énfasis del Evangelio de Juan como en esta porción. Cristo es visto aquí, como en Juan capítulo 17, hablando al Padre, apreciando a los bebés que conocen su salvación, y Él, Él mismo, como revelador del Padre, como en Juan 1:18.
El Hijo ha revelado al Pa­dre, Él es el camino al Padre, revela la verdad acerca del Padre, y da la vida del Padre a los suyos (Jn.14:6), pero hay un sentido peculiar en el que solo el Padre conoce al Hijo. Hay excelencias y glorias en su bendita Persona que solo el Padre puede apreciar en su plenitud. Cuando le veamos como Él es (1 Jn. 3:2), Él no nos ocultará su hermosura y gloria, pero están tan más allá de nuestra comprensión humana que, aunque aprendamos de Él para siempre, nunca llegaremos a un punto en aquel inmenso para siem­pre jamás cuando no habrá más y más de sus glorias inmarcesibles por contemplar. Aquí tenemos una bendita Persona acerca de quién es imposible exagerar. El más elevado pensamiento que hayamos jamás tenido acerca de Él y las más grandes palabras jamás dichas acerca de Él, nunca podrán agotar las maravillas de su gloriosa Persona.

Ni un ángel puede comprender
misterio tan veraz.
Solo el Padre puede conocer
el enigma de tu faz.
Norman Crawford.,. «LUCAS».

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