lunes, 18 de mayo de 2020

TRES HOMBRES REPRESENTATIVOS


Tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán ... y a Sarai su nuera ... y salió con ellos
de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán, Génesis 11.31

Taré
            Estos hombres salieron de su tierra como peregrinos, pero Taré se paró a la mitad del camino, habiendo viajado probablemente unos mil kilómetros, y allí se quedó en Harán hasta morir. Taré es un tipo de los que emprenden la carrera cristiana con entusiasmo, pero nunca llegan a la meta. Se cansan, se desaniman y dicen, “Hasta aquí no más”.
            Es posible que Taré haya temido cruzar el gran río que le separaría de su pequeño mundo para principiar una vida nueva. Lo que tenía era entusiasmo sin fe en Dios y su promesa. Se dejó llevar por Abram hasta cierto punto, pero de allí no quiso pasar.
            Hay muchos que no quieren cruzar el lindero entre el mundo y la vida nueva en Cristo. Se acaba su entusiasmo y no les queda nada. Dijo nuestro Señor, “Muchos son llamados, más pocos escogidos”. Hay quienes empiezan cantando de voz en cuello, “Dejo el mundo y sigo a Cristo”, pero después dan la vuelta para dejar a Cristo y seguir al mundo. Así mueren perdidos, habiendo tenido la profesión en la boca, pero sin la posesión de la vida eterna.

Abraham
            Abram era creyente. “Siendo llamado, obedeció ... y salió sin saber a dónde iba”, Hebreos 11.8
            “Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra ... a tierra que te mostraré”. No leemos que Dios haya hablado así a Taré, pero su hijo oyó la voz de Dios y obedeció. Era la obediencia de la fe. Mientras su padre vivía, le era un estorbo; muerto éste, Abram siguió adelante, llegando a Canaán con su esposa y su sobrino.
            Su demora hasta la muerte del anciano le dio lugar al cananeo meterse en la tierra prometida, pero Abram no hizo parentesco con éstos, sino levantó su altar a Jehová. Era su testimonio a todos que él no adoraba a los ídolos ni seguía las prácticas de sus vecinos, sino que permanecería como peregrino en separación del mundo.
            La biografía de este hombre, inspirada por el Espíritu Santo, ocupa un lugar importante en el Antiguo y Nuevo Testamento. Se ganó el título de amigo de Dios; fue objeto de grandes bendiciones de lo alto y Dios prometió bendecir todas las naciones de la tierra por medio de él. Su nombre aparece en el primer versículo del Nuevo Testamento junto con los de David y de Jesucristo, encabezando la genealogía del Salvador. Las promesas a Abraham serían verificadas por medio de Cristo. En Gálatas 3.7 leemos que los que son de la fe, éstos son hijos de Abraham. Así vemos que por fe somos ligados con aquel ilustre hombre de Dios y heredamos las ricas bendiciones por medio de él y de nuestro Señor Jesucristo.
            Ojalá que los rasgos vistos en Abraham — fe, obediencia y separación — se vean también en nosotros. El mostró fidelidad en cuanto a su hijo; Génesis 22.16 dice, “No me has rehusado tu hijo”. Alcanzó buen testimonio por su honradez delante de los demás: “Eres un príncipe de Dios entre nosotros”, 23.6.

Lot
            Después de considerar la vida insigne de Abraham, no es muy agradable reflexionar sobre la vida de su sobrino Lot. Mientras éste acompañaba a Abraham, no se ve nada fuera de orden en su vida, pero llegó una crisis cuando tuvo que decidir. Su tío le dio la oportunidad de escoger primero una nueva localidad donde ubicarse con su mucho ganado, posesiones y pastores. Lot puso su mira en la llanura del Jordán e iba marchando “hacia el oriente” con su espalda hacia Canaán. Él fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma y por fin abandonó la tienda de peregrino. Se acomodó en una casa como residente y ciudadano de aquella ciudad corrompida.
            No sabemos nada de su esposa y las hijas hasta el capítulo 19, cosa que nos hace pensar que él consiguió su mujer en Sodoma. Esto explicaría por qué ella echó una mirada hacia atrás a la ciudad y se volvió estatua de sal. También explicaría la desmoralización de las dos hijas contaminadas con la vida de Sodoma. El apóstol dice que Lot era justo, pero en Sodoma él “afligía cada día su alma justa viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos”, 2 Pedro 2.7,8.
            ¿Cuál era la causa del fracaso de este hombre, quien por tantos años gozaba el privilegio de acompañar a Abraham en una vida de fe y separación del mundo? Creemos que fue su avaricia. Dios le había dado gran abundancia en lo material, pero él quería más. Muchos creyentes como Lot se han naufragado por dar el primer lugar a sus intereses materiales a expensas de las cosas del Señor.
            “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”, Colosenses 3.2. Las riquezas y los bienes de Lot fueron quemados en Sodoma, y aquel hombre se ve al fin viviendo en desgracia en una cueva con un garrafón de licor y sus hijas corrompidas. Él es tipo del creyente que, como Demas, vuelve al mundo.
            Esta historia se ha inmortalizado para amonestarnos a no tomar semejante paso falso. “Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque, así como por fuego”, 1 Corintios 3.14,15.

S. J. Saword,

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