lunes, 20 de junio de 2022

El Señor de los Señores

 

En el Nuevo Testamento, Jesucristo una y otra vez es lla­mado "Señor" (griego: kyrios). En Apocalipsis 19:16, Él puede ser reconocido como el Señor de Señores. Kyrios significa lo mismo que la palabra griega despotes, "de la cual deriva nuestra palabra déspota". Entre otros pasajes, en 2a Pe­dro 2:1 la palabra despotes también es utilizada para el Se­ñor Jesucristo.

La Biblia deja rotunda­mente claro que Cristo es el Señor de los redimidos. Ro­manos 10:9 explica que para la salvación es necesario con­fesar "con tu boca que Jesús es el Señor" Quien hace esto, reconoce que Cristo es su Se­ñor (kyrios).

Por eso, para cada cristia­no es necesario vivir "no co­mo los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos (grie­go: doulos) de Dios" (1 Pedro 2:16). Doulos significa, literal­mente traducido, "esclavo". Pablo lo dice así: "Por precio fuisteis comprados; no os ha­gáis esclavos de los hombres" (1 Co. 7:23). El salvo, más bien debe considerarse como "un esclavo (griego: doulos) de Cristo" (v. 22). De modo que la relación entre Cristo y Su re­dimido, también es una rela­ción de Señor (kyrios) y escla­vo (doulos).

"Kyrios y doulos son dos la­dos de una y misma relación. Ser un doulos significa, tener un Señor. Y, por otro lado, un kyrios era, según la definición, uno que tenía esclavos. Reco­nocer a Jesús como 'Señor' significa confesarlo como maestro, y a nosotros mismos, al mismo tiempo, como sus esclavos."

John MacArthur, Esclavo de Cristo - La ver­dad oculta sobre tu identidad en Cristo (Betanien), pág.78

Llamada de Medianoche, Diciembre 2012

LAS GLORIAS DE CRISTO EN EL MILENIO

 

«Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley» (Gál. 4:4). En aquel momento, la segunda Persona de la Trinidad vino a la tierra y tomó para Sí y para siempre una naturaleza humana, sin pérdida o menoscabo de ninguno de sus atributos de deidad.           Aunque es un misterio difícil de entender para la mente humana, pecadora y limitada, en aquella Persona divina existe la perfecta unión de dos naturalezas, divina y humana, sin mezclarse ni confundirse. Una consecuencia de capital importancia es que el Señor Jesucristo es y siempre será una Persona teantrópica (divina y humana). Por ello, la revelación futura de su gloria procede tanto de la naturaleza divina como de la humana.

            El asombro que iluminaría la faz de los discípulos en la cena de Emaús cuando el Señor de la gloria «les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían» (Lc. 24:27), se irá apoderando también de nuestros corazones cuando vayamos percibiendo las sublimes maravillas que de Él hablan las Escrituras. Si bien todo cuanto podemos contemplar ahora no es más que un breve anticipo que se nos concede al subir al monte de la Transfiguración, llegará un día cuando «todo ojo le verá», viniendo con las nubes de gloria (Ap. 1:7).

            Dos pasajes anuncian de manera diáfana las futuras y sublimes glorias de Cristo, posteriores a los sufrimientos del Mesías, que se manifestarán plenamente en la instauración del futuro reino milenario: la reprensión de Jesús a los aturdidos discípulos en Emaús (Lc. 24:25-27), y el testimonio de Pedro (1 P. 1:10-11). De ambos pasajes se deduce que, tanto los sufrimientos de Cristo como las glorias posteriores a ellos, ya fueron claramente revelados en el A.T.; ambos acontecimientos se relacionan con períodos de tiempo específicos, pero no simultáneos ni inmediatos en su orden secuencial (lo que solo ahora se comprende, al sernos desvelado el «misterio de la iglesia» entre ambas venidas que los separan); y se enfatiza el cumplimiento literal de las Escrituras, en boca del mismo Señor, mostrándolos como eventos ciertos, seguros e indubitables.             Mientras que la gloria divina de Cristo es particularmente reveladora de su carácter a través de la plenitud de sus atributos divinos, la gloria humana concierne al honor y la gloria que le corresponden por su posición y responsabilidades como el Hijo del Hombre. Esa gloria sublime fue ampliamente velada en su primera venida, aunque no totalmente, pues el apóstol Juan, y todos sus compañeros junto con él, afirman maravillados: «y vimos su gloria» (Jn. 1:14). Pero todos aquellos que entren en la maravillosa bendición del cerca-no Reino milenario, tendrán el privilegio de contemplar los gloriosos aspectos del Hijo del Hombre en todo su resplandeciente valor, sin restricción alguna. Cristo tuvo que descender del monte de la Tribulación, para poder ir a Jerusalén, pero el Rey victorioso que entre por las puertas eternas de Jerusalén, nunca descenderá ni será desposeído del Trono de David, del cual será el único y magnífico heredero por toda la eternidad.

            Su propio antecesor humano en aquel trono que se perdió por causa del pecado, hablando bajo la dirección del Espíritu Santo declaró proféticamente, al final de sus días: «El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua.  El Dios de Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra» (2 S. 23:2-4). Aquí están descritos los rasgos del maravilloso Rey mesiánico, que derrocará y sustituirá todos los indignos reinos de este mundo, para sentarse en el trono vacante que antaño ocupó David. Será un Rey justo. Por primera vez la tierra contemplará una justicia sumaria, perfecta e inmediata en todo su acontecer diario. Gobernará en el temor de Dios. Nunca más el hombre volverá a darle la espalda a Dios en ninguno de sus caminos. Será como la luz de la mañana. Toda la tierra saldrá de esta mortecina oscuridad invernal que la rodea y dejará de ser un valle de sombra de muerte; la luz de un nuevo día de infinita bendición cuando en el alba de la Redención asome «la estrella resplandeciente de la mañana» (Ap. 22:16). Pero este día que, si bien se acerca cada vez más, parece no llegar nunca, despuntará en una impresionante alborada (como un gigantesco coro antifonal, reflejo de aquella otra gloriosa noche en los campos de Belén), y dará paso sin tregua al deslumbrante resplandor del sol en una mañana sin nubes. Nada hará sombra al Señor de la gloria cuando se manifieste en toda su fulgurante majestad, como el fuego abrasador del sol perfecto en el cénit radiante de su gloria (Mal. 4:2). Pero aquel Reino no será un incendio devastador que deja la tierra quemada; más bien será inmensamente fértil y productivo, como la lluvia primaveral que anega la tierra sedienta (Ez. 34:26). Todos los confines del Reino serán restaurados a la gloria prístina que tuvo la tierra en el esplendente huerto del Edén. El regreso de la gloria del Señor a su santo Templo se revelará de manera asombrosa, como descubrió el profeta Ezequiel al ver «que salían aguas por debajo del umbral de la Casa hacia el oriente» (Ez. 47:1). Aquellas aguas que salen de la presencia divina en el templo, rápidamente se vuelven en un espléndido río salutífero, flanqueado por un ejército de árboles frutales de hoja perenne. Todo cuanto tocan las aguas procedentes del trono del Rey es sanado, restaurado y lleno de abundante fruto. Suya es toda la gloria.

Cuadernos Koinonia

Pelea siempre

 

A veces pensamos que para evitar a toda costa un peligro, una tentación, etc., nos bastará una buena batalla sobre el enemigo una vez por todas. Pero la realidad es otra. Sólo en Cristo tenemos la seguridad y la certeza de la victoria, pero debemos vigilar continuamente. No tenemos la pro­mesa de que la batalla se acabará, mientras estemos en la tierra.

J. N. D.

Tomado del Folleto PARA TODOS 12/2013

El COMBATE DE LA FE

En este mundo hay que luchar enérgicamente; No es sin peligro el combate del creyente. Para mí es Jesús, el Príncipe de paz, Mi luz, mi vida para siempre jamás. Si oigo su voz, puedo ser un vencedor Pues en mi corazón actúa la fuerza del Señor. “Pelea la buena batalla de la fe”. 1 Timoteo 6:12

“María... sentándose a los pies de Jesús, oía su Pala­bra”. Lucas 10:39

“Confía en él; y él hará”. Salmo 37:5

“El Señor peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”. Éxodo 14:14


            ¡Qué contraste tan extraño nos ofrecen estos versículos: exhortación al combate y al mismo tiempo invitación a la confianza tranquila y a la humilde dependencia del Señor para obtener la victoria!

            La palabra «pelea o combate» hace pensar en una activi­dad febril, agitada, en un exceso de esfuerzos extraordina­rios, en una lucha constante y despiadada. Pero Dios nos dice que debemos mantenernos tranquilos, escuchar su Palabra y confiar en él. Seguramente este problema le ha preocupado más de una vez; entonces la pequeña ilustra­ción que sigue le ayudará a comprender mejor el verdade­ro sentido de la vida, del testimonio y del servicio del cristiano.

Una ilustración técnica

            Supongo que usted ha visto alguna vez una turbina en acción, o por lo menos sabe de qué se trata. Dos condicio­nes son indispensables para que la turbina pueda cumplir su función: en primer lugar, debe recibir el agua por el con­ducto alimentado por el embalse construido más arriba. Luego las palas deben estar bien orientadas para que el agua, proyectada con fuerza, le haga dar vueltas con un mínimo de desperdicio de potencia.

            La fuente de la fuerza reside en el embalse, el que podría­mos comparar con Dios. Jesús, el Hijo de Dios es el con­ducto; descendió hasta nosotros para traernos esta potencia de vida. Pero para que podamos aprovecharla es preciso, ante todo, que, al igual que la turbina, la reciba­mos. Cuando este primer paso ha sido dado, debemos orientar nuestra vida, ilustrada por las palas de la turbina, en la buena dirección, es decir, colocarnos a la entera dis­posición del Maestro: “Presentaos vosotros mismos a Dios... y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Romanos 6:13).

            Si la turbina llena los dos requisitos mencionados anterior­mente, llegará a ser un instrumento maravilloso: el gene­rador -que podríamos comparar con el papel del Espíritu Santo- transformará la fuerza recibida por la turbina en electricidad, con sus innumerables funciones: luz, calor, frío, fuerza motriz, etc. Éstos serían los frutos de la vida del creyente, espiritualmente hablando.

            Nuestro testimonio, nuestro servicio, en otras palabras, el combate de la fe, sólo puede llevar fruto eterno en la medi­da en que, como la turbina, permanezcamos en el buen lugar y nos dejemos dirigir por Dios. Por otra parte, si la canalización se rompe, esto acarrea el paro inmediato de la turbina. Nuestra posición en Cristo no se puede perder, pero si la comunión con él se interrumpe, llega el fracaso. “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:4).

            Luego, si ocurre un daño en el generador o en los cables conductores, es decir, si el Espíritu Santo es contristado (Efesios 4:30; 5:18) por un pecado no juzgado, no se pue­de producir fruto.

Esto no significa que debamos permanecer inactivos. ¡Todo lo contrario! Pero es preciso que toda la actividad exterior sea el fruto de una vida interior de constante comunión con el Señor y de dependencia del Espíritu San­to. ¡Este es el verdadero combate de la fe!

J. A


MEDITACIÓN

 

EL INSONDABLE AMOR DE DIOS

“Por qué de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16)


Probablemente, este versículo es uno de los más conocidos en toda la Biblia. Sin embargo, ¡cuán poco se comprende! ¡con qué facili­dad pasamos la expresión “de tal manera”. ¿Qué significó para Dios dar a su Hijo? ¿Qué significó para Dios el cargar sobre Él, que no conoció pecado, la iniquidad de todos nosotros, o hacerlo pecado por nosotros? Diariamente, Jesús fue su delicia, tanto en el cielo como en la tierra, y, sin embargo, Jehová quiso quebrantarlo. ¿Qué significó para Dios el levantar la espada contra "el Pastor, y contra el Hombre compañero mío” (Zac. 13:7), o desamparar al Señor Jesús durante las tres horas de tinieblas en la cruz?

La historia de la relación de José con su padre nos da algunos destellos de la relación de Dios el Padre y Dios el Hijo. Jacob le había dado a José una túnica de diversos colores a causa del amor especial que le tenía. Cuando los hermanos de José le mostraron a su padre la túnica que le habían quitado a José, y que habían teñido con sangre para simular que José estaba muerto, ¿no fue esto una forma de burlarse de su padre y de esta relación particular que había entre ambos? ¿No fue un desafío similar el que se le presentó a Dios en la cruz, cuando los hombres dijeron del Señor: “Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios” (Mt. 27:43)? ¿Qué significó para Dios el dejar a su Hijo en la cruz para enfrentar tal desafío?

Solo hay unos pocos pensamientos que pueden ayudamos a entender esta frase: “Porque de tal manera amó Dios al mundo". Cuando meditemos en esto, ¡dejemos que nuestros corazones se eleven en alabanza y adoración a Dios nuestro Padre! Unámonos al apóstol Pablo y digamos: “¡Gracias a Dios por su don inefable! (2 Co. 9:15). ¡“Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre" (1 Jn. 3:1 LBLA)!

Albert Blok

El Señor está cerca 2021


REPOSO DIVINO

 Ruth 3.18.

“Reposa, hija mía, hasta que sepas cómo cae la cosa: porque aquel hombre no parará hasta que hoy concluya el negocio”.


El libro de Ruth es muy rico en verdad típica y en las palabras de Noemi, tenemos lo que concier­ne al creyente de hoy día, redimido por la sangre de Cristo. Cada uno espera la redención completa de Mesías 1,14: "la redención de la posesión adquirida para alabanza de su gloria”. Entre tanto el cristiano tiene que pasar por varias experiencias, la mayor parte de las cuales le habilitarán para las responsabi­lidades de la vida eterna. Estas experiencias están claramente delineadas en las palabras de Noemi.

1.     --REPOSA HIJA MIA. Aquí tenemos el descanso divino y espiritual de Mateo 11.28: ‘‘Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar”, y de Hebreos 4.8: ‘‘Empero en­tramos en el reposo los que hemos creído, de la ma­nera que dijo”. Este descanso puede ser estorbado por las injusticias y persecuciones que sobrevienen en la vida del creyente, pero tarde o temprano él vuelve al descanso divino y espiritual que brota de la reali­zación de que a lo menos una de las grandes cuestio­nes de la vida, es decir el pecado, ha sido arreglado con Dios satisfactoriamente. En 1 Juan 3.8,9 tenemos esta verdad: "El que hace pecado, es del diablo; por­gue el diablo peca desde el principio. Para esto apareció de Dios, para deshacer las obras del dia­blo. Cualquiera que es nacido de Dios, no hace peca­do, porque su simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. El diablo peca desde el principio, es decir, continuamente sin el deseo de cesar de pecar y lo hace sin remedio. Mas el creyen­te, no peca de esta manera. Si peca, puede arreglar la falta con Dios: ‘‘Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el jus­to; Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad” 1 Jn. 2.1; 1.9, Obteniendo el perdón, lavado el pecado, el corazón vuelve al esta­do de paz y descanso espiritual,

2.   -HASTA QUE SEPAS COMO CAE LA COSA. Aquí tenemos la esperanza de la fe. A veces, parece que las cosas de nuestra vida van muy mal y nuestra fe está puesta a prueba. Las palabras de 2 P, 2.4 nos dicen: ‘‘¿Dónde está la promesa de su adveni­miento! porque desde el día en que los padres dur­mieron, todas las cosas permanecen, así como desde el principio de la creación”. Vemos que el pecado triunfa y la maldad impera. Nadie sabe lo que está delante de los acontecimientos de su vida, y en él entre tanto, el creyente forma parte de la compañía de Hebreos 6.12: ‘‘Que no os hagáis perezosos, más imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”.

3.   -PORQUE AQUEL HOMBRE NO PARARA. En estas palabras vemos prefigurada la administra­ción de Dios en los asuntos del mundo. Dios no dejó a Jacob hasta que había cumplido todos sus propósi­tos para con él. ‘‘Y he aquí, yo soy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y te volveré a esta tierra: porque no te dejaré hasta tanto que haya hecho lo que te he dicho” Gn. 28.15. Lo que a veces parece que desarregla nuestra vida es algo en los propósitos de Dios que hace evitar tener que arreglar en el Tribunal de Cristo: ‘‘Porque es menester que todos nosotros parezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno o malo” 2 Co. 5.10. Dios, no dejó a Jacob hacer lo que él quería y al obligarlo a hacer Su voluntad, resultó la nación Judaica de la cual vino el Mesías, Cristo Jesús. Pode­mos ver la misma disciplina en las vidas de Abraham, David, Salomón y otros en el linaje mesiánico. Si obraban de acuerdo con la voluntad de Dios, se les dejaba, pero si se desviaban del camino que antes Él les había trazado, no los dejaba hasta que las cosas se habían arreglado de acuerdo con el plan divino.

4.   -HASTA QUE HOY CONCLUYA EL NEGO­CIO. Aquí vemos la gloriosa consumación, Dios con­cluye el negocio en su propio tiempo. Su "hoy” ha durado ya casi dos mil años, pero al fin vendrá el Señor, según el plan de Dios. Todavía es el “hoy” de la gracia, cuando los hombres pueden ser salvos. Cuando el Señor tuvo doce años comenzó el "negocio” de su Padre y el fin de su obra lo vemos en Apoca­lipsis 21.6, donde dice: "Y díjome: Hecho es. Yo soy Alpha y Omega, el principio y el fin”. El negocio pues, de Noemi tuvo su fin.

(a)     La herencia fue redimida según la ley,

(b)     El casamiento de Ruth, según la voluntad de Dios en el linaje del mesías; de Booz vino David de quien vino el Salvador del mundo.

E. Gray

Contendor por la fe, N° 55 y 56 de 1944

ÉTICA CRISTIANA (6)

 

Última Reflexión


1.   ¿Qué respuesta daría si se le preguntara -confiando que responda con total honestidad- si actúa con ética en su vida? ¿Tendría que reconocer que a veces ha obrado con falta de ética?

2.   Seguramente le ayudará hacer una lista de las situaciones en las que podría conducirse con ética. Ore a Dios pidiendo sabiduría; recuerde que dice la Biblia:

“Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará; pues Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno”. Santiago 1.5

3.   El “sabio” o “predicador” que escribió el libro de Eclesiastés, contenido en el Antiguo Testamento de la Biblia, luego de profundos razonamientos, descubre cuál es el summun de la vida. Lo expresa así:

El discurso ha terminado. Ya todo ha sido dicho. Honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre. Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos, sean buenos o malos, y aunque los hayamos hecho en secreto. Eclesiastés 12.13-14

Por eso, nuestra oración debería ser con las palabras del Salmo 119-10-16:

Yo te busco de todo corazón;

no dejes que me aparte de tus mandamientos.

He guardado tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti.

¡Bendito tú, Señor!

¡Enséñame tus leyes!

Con mis labios contaré

todos los decretos que pronuncies.

Me alegraré en el camino de tus mandatos, más que en todas las riquezas.

Meditaré en tus preceptos y pondré mi atención en tus caminos.

Me alegraré con tus leyes y no me olvidaré de tu palabra.

 

Tomado de librito “Acerca de la Ética”, editado por Sociedad Bíblica Argentina. Se usa la Versión popular Dios Habla Hoy.

Disfrute su Biblia (6)

 

INDICADORES PARA LIBROS ESPECÍFICOS

William Macdonald


EL ANTIGUO TESTAMENTO

Mucho de lo que hemos estudiado juntos será útil para estudiar la Palabra de Dios. Sin embargo, como la Biblia es una biblioteca de 66 libros escritos por varios hombres inspirados por Dios en diferentes eras de la historia de la salvación, existen algunos buenos indicadores que nos ayudarán a entender las circunstancias especiales de libros tan variados como Job, Hechos y Apocalipsis.

Usted debe saber que los libros históricos lo llevarán desde la creación hasta 400 a.C. Los primeros cinco son llamados Pentateuco (cinco rollos) o Torá (instrucción).

La mayoría de los libros históricos se continúan cronológi­camente.

 

1.  EL PENTATEUCO

Génesis va desde la creación hasta la muerte de José. Éxodo lo continúa cronológicamente hasta el capítulo 19:1-2, cuando el pueblo alcanzó el Monte Sinaí.

El resto de Éxodo, todo Levítico, y Números 1:1-10:10 usan al Sinaí como su escenario.

El resto de los capítulos de Números describen la travesía de Israel hacia la Tierra Prometida. AI final, se encuentran en los Llanos de Moab, al este del río Jordán.

Deuteronomio ocurre en los Llanos de Moab.

 

2.  LOS LIBROS HISTÓRICOS

Josué describe la conquista de Canaán y la división de la tierra entre las doce tribus.

Jueces habla de las subsecuentes apostasías de Israel y de las liberaciones que ocurrieron a través de líderes militares designa­dos por Dios.

Rut y los eventos circundantes a su historia, tienen su lugar durante el tiempo de los Jueces.

1  Samuel es la historia del primer rey de Israel (Saúl), nombrado por Samuel, y que luego se ensaña crecientemente contra David.

2  Samuel. David sucede a Saúl, y pasa de los triunfos a la tragedia.

En 1 Reyes, Salomón sucede a David, reina gloriosamente, y cae. Su hijo, Roboam, actúa neciamente, causando la división del reino.

1  Crónicas es un paralelo más amplio de 1 y 2 Samuel, pero es más bien una interpretación espiritual, no tanto un recuento histórico.

2  Crónicas es un paralelo de 1 y 2 Reyes, también una perspectiva espiritual, el cual concluye con el decreto de Ciro, que permitió que los judíos salieran de su cautividad.

Esdras y Nehemías relatan sobre las expediciones que volvie­ron a Israel como resultado del decreto de Ciro. El final de Nehemías es la conclusión de la historia del Antiguo Testamento.

Los eventos en Ester transcurrieron entre el sexto y séptimo capítulos del Esdras, y habla de los judíos que escogieron no regresar a casa.

Los capítulos de Génesis 1-11 tratan sobre la historia tem­prana de la raza humana. Desde Génesis 12 hasta el final del Antiguo Testamento, el registro incluye casi exclusivamente a la nación de Israel. Otras naciones son mencionadas sólo por el hecho de haberse relacionado con Israel.

Recuerde que muchas de las personas y cosas que lee aquí son figuras simbólicas, apuntando hacia la era del Nuevo Testamento.

También recuerde que las experiencias del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento tienen la intención de transmitirnos lecciones espirituales a nosotros (Rom. 15:4; 1 Cor. 10:11).

Hoy en día, los ríos del Medio Oriente (Tigris y Eufrates, por ejemplo) no siguen necesariamente los mismos caudales exactos que sus homólogos en tiempos anteriores al diluvio. Ese hecho hace imposible decir con exactitud dónde se encon­traba el huerto de Edén.

Cuando hablamos del sistema sacrificial, es importante saber qué significa expiación. Los judíos eran el pueblo del Dios y eran salvos — como pueblo, en todas sus dispensacio­nes - por fe en el Señor. Cuando creían cualquier revelación que Dios les daba, El los salvaba. Pero entonces, aparecía el problema de permanecer en comunión con El, o estar en condiciones adecuadas para acercarse a Él en adoración. Sus pecados eran perdonados cuando confiaban en Él, pero se volvían inmundos cuando lo desobedecían. Los sacrificios tenían que ver con la profanación. Proveían un ritual de lim­pieza, pero eran totalmente incapaces de limpiar un solo pecado (Heb. 10:4). La expiación (o “cobertura” en el origi­nal), tiene que ver entonces con una limpieza ceremonial externa, pero nunca otorgaba una conciencia limpia respecto al pecado.

Expiación no es una palabra del Nuevo Testamento.7 Sin embargo, en el uso común, adoptó el significado de reconci­liación con Dios a través de la obra sacrificial de Cristo en la cruz. Hablamos de la obra expiatoria de Cristo, por medio de la cual el pecado fue saldado.

Muchos creyentes nuevos tienen dificultades cuando llegan al tema del Reino Dividido en 1 y 2 Reyes (tam­bién en 2 Crónicas). Es útil tener alguna información básica. Después de la muerte de Salomón, el reino fue dividido en dos partes. Diez tribus fueron gobernadas por Jeroboam. Este era el reino del norte, también conocido como Israel. Dos tribus fueron gobernadas por el hijo de Salomón, Roboam. Este era el reino del sur, mejor cono­cido como Judá.

Israel tuvo 19 reyes, todos malvados, y 9 dinastías o fami­lias. Esto continuó hasta el año 721 a.C. cuando fue hecho cautivo por Asiria.

Judá tuvo 20 reyes, todos de la misma dinastía o línea de sangre. Esta es la línea por la que el Señor Jesús heredó el dere­cho al trono de David. Los reyes buenos de Judá fueron Asa, Josafat, Joás, Azarías, Jotam, Ezequías, y Josías. Judá fue tomada cautiva por los babilonios en el 586 a.C.

A menudo, el reinado de un rey se describe en conexión con un rey del otro reino. Por ejemplo,

En el año dieciocho del rey Jeroboam hijo de Nabat, Abiam comenzó a reinar sobre Judá (1 Re. 15:1).

Existieron varios reyes en ambos reinos que tuvieron el mismo nombre: Amazías, Joram, Joacaz, Joás. Hubo dos reyes con el nombre Jeroboam en el reino del norte; el segundo gene­ralmente se identifica como Jeroboam II.

Observe cómo también hay nombres que tienen sus alter­nativos: Azarías, Uzías; Joacim, Jeconías; etc.

La mejor manera de tener una clara idea del reino dividido es hacernos nuestro propio esquema. Comencemos en 1 Reyes con Roboam, poniéndolo en la lista como el primer rey de Judá. Luego, en una columna opuesta, pongamos a Jeroboam como el primer rey de Israel (1 Re. 12:20). Haga usted el resto, haciendo una lista de cada rey en 1 y 2 Reyes, especificando la duración aproximada de su reinado (no podrá hacerlo con exactitud). Esto mostrará quién estaba reinando en un reino a la vez que otro reinaba en el opuesto. Al final del reino del sur, deje un espacio para los 70 años de la cautividad de Babilonia, y otro espacio final para los que volvieron de la cautividad en tiempos de Esdras y Nehemías. Guarde este esquema para cuando llegue a los Libros Proféticos, y así podrá registrar cuándo ministró cada uno de los profetas.

 

3.  LOS LIBROS POÉTICOS

Dios es el poeta más grande. Su Palabra está llena de poesía. Esto incluye, en ocasiones, citas en los libros históricos, mayormen­te de los Profetas, y aun en el Nuevo Testamento, especialmente en Apocalipsis. Pero existen cinco libros que son pura poesía en forma y estilo. Estos incluyen desde Job hasta Cantar de los Cantares.

(A)   EL LIBRO DE JOB

Job es un largo poema de estilo dramático. Aun muchos no creyentes admiran sus profundos pensamientos y su encantador estilo. Es útil recordar que Job probablemente vivió en el tiempo registrado en Génesis 11 — tiempos de Taré, el padre de Abram.

Los personajes principales en este libro son Dios, Job, Satanás, Elifaz, Bildad, Zofar, y Eliú.

Hay seis actos principales en este drama. Los tres amigos de Job toman demasiados capítulos insistiendo que la condición de Job era el resultado del pecado en su vida. Estaban en lo cierto al generalizar que el pecado trae sufrimiento, pero estaban equi­vocados al aplicarlo al caso de Job.

Es importante entender la diferencia entre la paciencia y la resis­tencia. Job no era muy paciente, pero seguro que tuvo que resistir.

El libro no resuelve el problema de por qué sufren los justos. Dios se revela como Creador y Sustentador, quien merece la confianza total, sin importar lo que nos pase en la vida.

Incluso se puede encontrar a Cristo en el libro de Job. Lea, por ejemplo, el 19:25:

Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo.

 

(B) EL LIBRO DE LOS SALMOS

Primero que nada, deberíamos ver a los Salmos como capí­tulos de experiencias de la vida real de los escritores. Pero tam­bién reflejan las experiencias de la nación de Israel.

Muchos de ellos son profecías del Mesías; a estos Salmos los denominamos Mesiánicos.

Ningún estudio de los Salmos está completo a menos que los apliquemos a las circunstancias cambiantes de nuestra vida.

Intente discernir dónde existen diálogos en los Salmos y quiénes son los que hablan. Por ejemplo, el Salmo 102: versícu­los 1-11, el Señor Jesús; versículos 12-15, Dios Padre; versículos 16-22, posiblemente el Espíritu Santo; versículos 23-24a, otra vez el Señor Jesús; versículos 24b-28, Dios Padre.

Algunos de los salmos invocan la ira de Dios sobre el ene­migo. Estos son llamados imprecatorios, porque piden una maldición. El lenguaje permitido para los judíos que viven bajo la ley no es necesariamente adecuado para los cristianos que vivimos bajo la gracia. Sin embargo, cuando oramos “Venga tu reino”, en efecto, estamos orando por la destrucción de los enemigos de Dios, porque antes de que pueda venir el reino de Cristo, sus adversarios deben ser abatidos.

En algunas versiones de la Biblia (en el hebreo original y en algunas versiones de lenguajes extranjeros), los títulos son con­siderados parte del salmo, y por tanto son contados como el verso 1. Esto significa que todos los versículos subsecuentes son contados como uno más.

 

(C)   EL LIBRO DE LOS PROVERBIOS

Primero, es bueno saber qué es un proverbio. Es una frase corta de sabiduría o verdad y que está armada de tal manera que es fácil de recordar. El propósito principal de los Proverbios es enseñar sabiduría.

Parece haber un fluir del pensamiento en los primeros nueve capítulos (en los que dos mujeres son prominentes), en el 16:1-11 (dirección), en el capítulo 24 (note las repeticiones de la palabra “no”), y en los últimos dos. La mayor parte del resto del libro parece estar compuesta por proverbios aislados sin conexión obvia entre ellos. Sin embargo, puede existir un orden que no discernimos. Siempre permítase esa posibilidad cuando estudie cualquier parte de la Biblia.

A través de los siglos muchos creyentes han leído un capítu­lo de los Proverbios por día. Este libro tiene un capítulo por cada día del mes; la lectura continua y la relectura con el tiempo incrementará nuestra comprensión de lo que es la sabiduría y el discernimiento para el diario vivir.

 

(D)   EL LIBRO DE ECLESLASTÉS

Este es un libro tanto hermoso como desconcertante, mien­tras no se pone la llave en la puerta. Dicha llave es la frase “bajo el sol,” la cual se repite 29 veces.

Esta es la búsqueda bajo el sol que Salomón hizo sobre el significado de la vida. El intenta encontrar satisfacción en la educación, el materialismo, el placer, el vino, el sexo, el entrete­nimiento, y todos los medios posibles, llegando a la triste con­clusión de que nada en el mundo puede satisfacer al corazón humano. Todo es vanidad e ir tras el viento.

El nombre de Dios que encontramos en este libro es Elohim, pero nunca se usa el nombre Jehová (el Dios de pac­tos). Un hombre puede conocer que existe un Elohim (Poderoso) a través de las obras de la creación, pero sólo puede conocer a Jehová por revelación divina.

Puesto que el pensamiento del hombre está lejos de la reve­lación divina, algunas conclusiones son ciertas, otras son verda­deras en parte, y otras no son ciertas en absoluto. Sin embargo, esto no afecta el hecho de que el libro sea inspirado. La inspira­ción no garantiza la certeza de lo que Satanás o el hombre lla­man “bajo el sol”.

 

(E)    CANTARES DE SALOMÓN

Como Cantares se encuentra en el Antiguo Testamento, su interpretación se relaciona con Israel, no con la iglesia. Quizá pueden hacerse aplicaciones espirituales del amor de Cristo por la iglesia, pero ese no es el mensaje principal.

El versículo clave lo encontramos tres veces:

¡Yo os conjuro, hijas de Jerusalén... que no desper­téis a mi amor! ¡Dejadla dormir mientras quiera! (2:7; 3:5; 8:4).

Este libro es una protesta contra la infidelidad en la relación del matrimonio. Israel estaba casada con el Señor, pero le estaba siendo infiel y se había ido tras otros ídolos.

El lenguaje original del Antiguo Testamento a menudo indica si la persona a la que se refiere es hombre o mujer, y si se habla a una persona o a varias. Algunas versiones de la Biblia indican el sexo y el número.

Los personajes principales son la Sulamita, las hijas de Jerusalén, Salomón, y un pastor de quien no se conoce nombre.8

Cuando Salomón está en escena, todo habla de lujo, mag­nificencia, y realeza. Cuando el amoroso pastor entra en escena, todo el ambiente es rural y pastoral.

Salomón busca cortejar y conquistar a la Sulamita para agregarla a su harén. Pero ella se muestra inmune a sus encantos. Entonces, en el último capítulo, aparece su amado para recla­marla como propia.

Disfrute su Biblia, cap. V.

Siete Personas, Siete Caracteres

 La Epístola de Santiago


                Santiago es rico y abundante en admoniciones. Si fue tan necesario las reconvenciones de Santiago en el principio de la iglesia, ¡cuánto más hoy día se necesitan de estas advertencias! La iglesia está en pleno desarrollo, y juntamente con su crecimiento se van introduciendo en ella individuos, caracteres, voluntades y mentes que sólo pueden ser arrancados con la bendita azada de la palabra de Dios. Santiago tiene la propiedad de hablar fuerte porque consideraba la enfermedad por el grado de infección; de acuerdo a la gravedad del mal, así aplicaba el remedio.

            Siempre ha habido mentes que creen que la ruina moral en que ha caído la sociedad puede superarse con la educación, el deporte o el ejercicio de la libre voluntad. Esos científicos de las letras tienen la cabeza muy grande y miran el corazón de la humanidad reducido como el de ellos mismos; parecen ignorar que todo el mal del mundo radica en el corazón humano. Así piensan los religiosos también. Muchas sectas hay desengañadas porque no encontraron la perfección del claustro anacoreta, o por la abstinencia y laceración del cuerpo. Han cambiado de proceder y creen conseguir el remedio para la decadencia espiritual por contemporizar con el mundo y ponerse a tono de la generación presente. Ese es el fin que persigue el Concilio Ecuménico y las convenciones protestantes. Eso no es nuevo; en los primeros siglos había unos que se llamaban docetistas que pensaban perfeccionarse por la carne. (Colosenses 2:23) Los esenios judaizantes “prometían a sus discípulos un acercamiento a Dios por medio de lo que apela a los sentimientos”.

            Todas estas plantas dañinas impulsaron a Santiago y a los demás apóstoles a escribir fuertemente para arrancar este mal que ha proliferado en todos los tiempos en la iglesia. Veo en el primer capítulo de Santiago siete personas representativas de sendos caracteres.

1.            El creyente escaso de sabiduría (Santiago 1:5)

De nuestra devoción depende la sabiduría que viene de Dios. Él administra su sabiduría gradualmente según la capacidad del deprecante. Por más que la ciencia se aumente tendrá sus limitaciones, pero la sabiduría de Dios es infinita, y cuando tengas ochenta años escudriñando del arcano tendrás que empezar de nuevo, porque ni aun la mitad de la grandeza de su sabiduría revelada te ha sido descubierta. Tampoco la sabiduría de Dios consiste en la verbosidad, ni en la dialéctica elocuente de la retórica. El sabio dijo: “El principio de la sabiduría es el temor de Dios; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su loor permanece para siempre”. (Salmo 110:10)

            De modo que la base para alcanzar la sabiduría de arriba es la fe. Siendo Dios benévolo, quiere que el creyente se acerque a él con confianza. (Hebreos 11.8) La puerta de su gracia se abrirá en bendición para los que en él esperan de veras.

2.            El creyente inconstante (Santiago 1:8)

¡Cuánta alegría nos produce ver en los creyentes la firmeza de su fe, de su carácter y de sus convicciones! El autor del Salmo 46 fue uno de esos hombres que podemos llamar “cedros de Dios”. Las tribulaciones lo templaron de tal modo que su influencia ha contaminado a otros para repetir lo mismo. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar”. Pablo, otro gigante de la fe, dice: “¿Quién nos separará del amor de Cristo ... En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. (Romanos 8:35)

            Algunos necesitan pasar por duras experiencias para aprender de la firmeza de la fe en Cristo: como Pedro, como Jonás, como Lot. La inconstancia ha hecho pacto con el perjuicio, la duda y la incredulidad. La redención de la inconstancia cuesta muchas lágrimas.

3.            El creyente de diferente condición (Santiago 1:9-11)

            Es difícil contentarnos con lo que tenemos. Siempre estamos inconformes; sólo en el estado eterno y perfecto, donde no habrá desigualdad ni injusticia, tendremos un cuerpo adaptado a aquella nueva patria. “Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede”. (1 Corintios 7:20) Hay que tener en cuenta que la conformidad no nace con uno; es algo que se aprende. Pablo lo aprendió y lo enseñó: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado”. (Filipenses 4:12)

            Se necesita mucha gracia de Dios para sentir y tener el mismo espíritu de Agur: “No me des pobreza ni riqueza; mantenme del pan necesario”. (Proverbios 30:7-9)

4.            El creyente sensual (Santiago 1:13-15)

            La prueba viene de Dios; la tentación viene del diablo. No obstante, es una tentación permitida de acuerdo a las fuerzas del hombre que la pueda resistir de frente, aguantar encima, rechazar victorioso, o correr para no caer. Es la falta de vigilancia contra el enemigo, la intemperancia y la falta de ejercicio, que dan pábulo a la ociosidad y la tentación.

            El gran hombre dijo que “bueno les fuera quedarse como yo”. (1 Corintios 7:8) También dijo: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. (1 Corintios 9:27)

5.            El creyente espejo que no refleja (Santiago 1:22-24)

            Si un espejo se pone al frente de una luz, esperamos una correspondencia, porque el espejo refleja la luz. La palabra de Dios es luz y nosotros como espejo obtenemos doble beneficio: la luz que recibimos, y la luz que reflejamos. Siempre será criticable un poste sin luz, o un espejo oscuro sin reflejo. Samaniego el fabulista dijo: “Dijo la zorra al busto después de olerlo, tu cabeza es hermosa, pero sin seso”. Como éste hay muchos, que parecen hombres, pero son sólo bustos.

6.            El creyente acústico y diligente (Santiago 1:25)

Este no echa a sus espaldas la palabra de Dios. Semejante a Pablo dice: “Señor, ¿qué quieres que haga?” Reacciona como Josías, redargüido: “Luego que el rey oyó las palabras de la ley, rasgó sus vestidos”. Como el eunuco impresionado por la lectura preguntó: “¿De quién el profeta dice esto, de sí mismo, o de algún otro?” Este es el creyente que recibe luz y da luz. (Hechos 9:6, 2 Crónicas 34:19, Hechos 8:35, Mateo 5:14-16)

7.            El creyente religioso, vano o puro (Santiago 1:26-27)

            Ciertamente hay creyentes cuya lengua no fue redimida a no fue bautizada. Muy buenas obras son paralizadas o reducidas a la impotencia por la perversidad de la lengua. Una religión de palabras no cuesta mucho.

            La religión pura es práctica, activa, comunicativa. Dorcas le dio expresión a su religión. Bernabé, Filemón y otros muchos nos han dejado un ejemplo patente de su religión constructora; ésta es la religión que propende al lustre del evangelio y la gloria de Jesucristo.

8.            El hermano falto de sabiduría (Santiago 1:5-7)

Generalmente nacemos tan estúpidos como el pollino de asno montés, y a medida que nuestros pecados se aumentan nos hacemos cerreros e indómitos; luego, semejante al pollino donde subió el Señor para entrar en Jerusalén, al tener contacto con Cristo se tornó manso y servil. También en el hombre nacido de nuevo, su mayor deseo es alcanzar la sabiduría que viene de arriba, que no se consigue en las celdas del seminario, ni en las aulas del liceo, ni en los textos más sobresalientes de filosofía.

            El mismo Santiago recomienda lo que él hizo. “Pídala a Dios”. Si este Santiago era pariente del Señor, sabemos que sus padres eran pobres, y que tampoco tuvo la oportunidad de ir a las escuelas rabínicas. De Cristo dijeron: “¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?” (Juan 7:15) Entonces el empeño de Santiago, al recibir a Cristo como su Salvador, fue adquirir sabiduría de lo alto. La sabiduría oculta sólo es revelada a los humildes. (Mateo 11:25) Se nos manda a pedir sabiduría, pero pedirla con fe. La sabiduría de Dios no está en antagonismo con la ciencia humana. Es cuando el hombre se llena la cabeza de sus conocimientos que se hincha, y pone en tela de juicio el poder de Dios. (1 Corintios 1:21)

Que el hermano o hermana aprenda, se instruya, alcance uno o más diplomas, yo me congratulo, pero que su sabiduría terrena no rivalice con la sabiduría que viene de Dios. Antes, sus conocimientos sean puestos a los pies de nuestro Señor, de quien recibimos todo lo que somos y tenemos.

9.            El hombre inconstante (Santiago 1:8)

            A nosotros mismos que no somos perfectos nos incomoda ver la informalidad de los otros. ¡Cuánto más Dios que es santo tres veces se entristece al ver nuestra falta de constancia. El salmista, como se conocía a sí mismo, tenía temor de ser desleal, y rogó al Señor: “Sea mi corazón íntegro en tus estatutos, para que no sea yo avergonzado”. (Salmo 119:80)

            Poncio Pilato fue hombre de doble ánimo. Tan pronto estaba para reconocer la inocencia del Señor, y muy pronto para castigarle y condenarle. Agripa y Félix eran hombres de doble ánimo, convencido e indeciso el primero, temblando, pero aplazando el segundo. Doble ánimo es el reverso de lo que el Señor enseñó: “Vuestro hablar sea: Sí, sí, no, no; porque lo que es de más de esto, de mal procede”. (Mateo 5:37) La persona de doble ánimo dice , y no; promete y no cumple, empieza y no sigue, presta y no paga. Sigue la conducta de “los cretenses, siempre mentirosos”. (Tito 1:12)

            La firmeza de carácter tiene un poderoso incentivo para el testimonio personal y para el evangelio. “El que aun jurando es daño suyo, no por eso cambia”. (Salmo 15:4) Hace poco salí de un culto y vi como un joven creyente se acercó para saludar a una joven, creyente también. Hablaban muy animados cuando otra joven creyente le dijo a la segunda: “No le hagas caso, Fulana, porque él es muy mentiroso”. Yo enseguida pensé: Si él es mentiroso en su círculo, ¿qué será fuera de él?

10.         El hermano que es de humilde condición (Santiago 1:9)

            Dios les ha confiado a unos riquezas, y a otros les ha dado pobreza. “De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas”. (Proverbios 22:1) El pobre se consuela en la esperanza de días mejores. Las promesas del Señor las cree por fe. “... para una herencia incorruptible, incontaminada, reservada en los cielos para vosotros”. (1 Pedro 1:3-5)

            Esta confianza hace que el creyente hable con toda certitud, y aun se vanaglorie de su cercana exaltación. Que el hermano rico deponga la altivez, y dé lo mismo que el Señor le presta. Que haciendo bien procure atesorar para la vida eterna. (1 Timoteo 6:17-19)

11.         El varón que sufre la tentación (Santiago 1:12-15)

            El mundo está puesto en maldad y ello envuelve una serie de profundas tentaciones. Por eso reconocemos que es una lucha que estamos librando; si no fuera por la presencia del Señor con nosotros, desde cuándo hubiéramos desmayado y caído. Cada una de las cartas a las iglesias de Apocalipsis termina diciendo, “al que venciere”, y cada vez hay una promesa de superada bendición que no puede compararse con las tentaciones soportadas en este mundo.

            Como dijo Don Guillermo Williams de Romanos 8: “Ninguna condenación, v. 1; ninguna equivocación, v. 28; ninguna discriminación, v. 32; ninguna separación, v. 39”.

12.         El que se olvida de sí mismo (Santiago 1:22-24)

            Este está expuesto también a “olvidar la purificación de sus antiguos pecados”, (2 Pedro 1:9) La palabra de Dios es viva, y si no deja señales indelebles en nuestro ser, y cicatrices en nuestra conciencia, es porque todavía tenemos corazones de piedra. Es patente que el que se olvida de sí mismo, es porque ha olvidado primero cosas muy nobles y sagradas. Olvidó su amor para el Señor; olvida los cultos; olvida los deberes para con su familia; olvida la consideración a sus hermanos; se descuida con su misma persona. No está loco, sino que viene a ser el inconstante del versículo 8.

13.         El hacedor de la obra (Santiago 1:25)

            Este corresponde a las tres bases: “Que la edificación de Dios que es por fe ... amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida”. (1 Timoteo 1:4,5) Lee su Biblia con meditación; va al culto y oye con reverencia. Este sube con Cristo al monte de su santidad. Alcanza la sabiduría por el temor reverente a Dios. Vive confiado sin temor del mal, porque la palabra de Dios es su baluarte. Hace y levanta una obra porque confía en lo que Dios dice. “Este es el sabio, cuyas palabras son como aguijones”. (Eclesiastés 12:11)

14.         El hombre religioso (Santiago 1:26-27)

            Parece que la lección de Santiago es que la marca de una persona religiosa es su caridad piadosa más que sus palabras; o también sus enseñanzas van respaldadas por su conducta y obras prácticas. Hablar mucho sobre el tema del amor, sin tener amor práctico; disertar con mucha sabiduría sobre la fe, sin haber sido probada; hablar muy abundante sobre la paciencia “sin tener su obra completa”; explicar con mesura sobre la templanza y “devorar las casas de las viudas, y por pretexto hacer largas oraciones” (Lucas 20:46,47) — todo esto es pura hipocresía. Pero mucho bien hace “la lengua del sabio, la lengua sana, la lengua apacible”. (Proverbios 12:18, 15:4)

José Naranjo